<p class=»ue-c-article__paragraph»>Llega un momento en la vida en que comenzamos a despotricar de los jóvenes. Es la señal. Significa que nos hemos hecho viejos. Tal vez nuestro cuerpo esté perfecto pero nuestra cabeza ya ha empezado el declive, quedándose varada en algún tiempo pasado idealizado. El estribillo de la edad adulta dice así: <strong>la música era mejor antes, las nuevas modas son ridículas y los jóvenes son vagos, inútiles y sin valores</strong>. Pero lo peor es la idea de que estos jóvenes, tan equivocados, deben ser protegidos de sí mismos: de sus gustos, de sus ideas y de su fragilidad. Y es por esto que padres e instituciones controlan a los niños y adolescentes obsesivamente: los alejan de cualquier riesgo, sea un tobogán de hierro o la letra de una canción; los asustan con peligros remotos; y les evitan asumir responsabilidades para evitarles pequeños fracasos.</p>
Tras la negra riada de Valencia hubo otra riada, esta vez luminosa: la de los jóvenes escoba y recogedor en mano para limpiar los municipios afectados
Llega un momento en la vida en que comenzamos a despotricar de los jóvenes. Es la señal. Significa que nos hemos hecho viejos. Tal vez nuestro cuerpo esté perfecto pero nuestra cabeza ya ha empezado el declive, quedándose varada en algún tiempo pasado idealizado. El estribillo de la edad adulta dice así: la música era mejor antes, las nuevas modas son ridículas y los jóvenes son vagos, inútiles y sin valores. Pero lo peor es la idea de que estos
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