En diciembre de 2022, cuando la pandemia de covid-19 seguía siendo un recuerdo doloroso y reciente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo un encuentro con los líderes de los principales laboratorios y empresas farmacéuticas a nivel global. Mientras España se recuperaba de la pandemia y la guerra en Ucrania ya había comenzado, Europa comenzaba a enfocarse en una nueva obsesión: lograr autonomía estratégica en todos los ámbitos, incluyendo la salud, para poder enfrentarse a un panorama geopolítico en transformación y ser autosuficiente. Una estructura económica que se vuelve cada vez más especializada. A la inversión internacional y al entorno que crean los fondos de inversión, las start-ups y hospitales destacados en investigación clínica como el Gregorio Marañón o La Paz en Madrid, y el Clínic o Vall d’Hebron en Barcelona, se añade la industria farmacéutica nacional. Incluye empresas con una larga trayectoria, muchas de ellas con más de cien años, principalmente ubicadas en Cataluña y Madrid. En años recientes, las empresas han comenzado a especializarse para encontrar negocios más lucrativos, modernizando su gestión y manteniendo a las familias dueñas como accionistas a largo plazo. Un ejemplo de esto es Esteve, que abandonó su actividad en genéricos y, al asociarse con un inversor internacional, ha enfocado su esfuerzo en terapias avanzadas, aunque sin descuidar su producción para terceros. Staffan Schüberg, el CEO de Esteve, señala que para Lubea, el inversor alemán que adquirió el 30% de la empresa en 2023 a través de una ampliación de capital, España representa no solo una puerta de acceso estratégica a Europa, sino también una nación con aspiraciones a nivel global. «Representó una posibilidad de colaborar con una empresa que tiene fundamentos en la calidad local, pero que también posee una visión global.»
El sector farmacéutico nacional cumple con los criterios necesarios para encabezar la autonomía estratégica en salud dentro de Europa. La industria observa con precaución los aranceles de Estados Unidos y solicita una regulación más beneficiosa.
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En diciembre de 2022, cuando la pandemia de covid-19 seguía siendo un recuerdo doloroso y reciente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo un encuentro con los líderes de los principales laboratorios y empresas farmacéuticas a nivel global. Spain was recovering from the pandemic, the war in Ukraine had already erupted, and a new obsession started to emerge in Europe: achieving strategic autonomy in all sectors, including health, to navigate a changing geopolitical landscape where the Old Continent must rely on itself. Spain has everything it needs to play a significant role in this goal: low labor costs, a highly regarded health and research ecosystem, and a well-established network of pharmaceutical companies that are currently transforming towards more profitable and export-focused business models. El Gobierno buscaba destacar estas cualidades y se comprometió a diseñar un plan estratégico que impulsara la inversión de las grandes compañías farmacéuticas en España. A cambio, se comprometieron a invertir 8.000 millones de euros en investigación biomédica, inversiones estratégicas y actividades tecnológicas en un plazo de tres años, con el objetivo de alcanzar la tan deseada autonomía estratégica. En febrero pasado, y con más razones para intensificar su compromiso—debido a un Donald Trump en la presidencia de EE. UU. que ha debilitado la confianza en la antigua alianza occidental y a la creciente competencia de China en terapias avanzadas—, Sánchez volvió a reunirse con los líderes de las principales compañías farmacéuticas. El sector comunicó que anticipa finalizar el año, así como el trienio en que se estableció el compromiso, con una inversión total de 9.000 millones, superando en 1.000 millones lo que se había prometido. El Gobierno ha iniciado su plan estratégico diseñado para el periodo 2024-2028, y el sector ahora espera que se implementen las reformas y modificaciones regulatorias prometidas que beneficien a la industria. Según diversas fuentes, España se encuentra en una situación crítica. Posee la inversión extranjera, cuenta con una sólida industria nacional y una destacada infraestructura de centros de investigación y hospitales de alta calidad; lidera en Europa en cuanto a ensayos clínicos, con 1783 estudios aprobados en el último año; tiene la capacidad de atraer talento altamente especializado; y cada vez más, las empresas de inversión están interesadas en el mercado local. En resumen, España tiene todas las capacidades para liderar la autonomía estratégica europea en el ámbito de los medicamentos. Sin embargo, también enfrenta desafíos significativos: la presión arancelaria de Estados Unidos, la competencia de China y la incertidumbre en los cambios regulatorios que podrían impulsar el progreso o, por el contrario, frenar el avance. «La industria farmacéutica en España presenta varias características únicas», comenta Borja Sangrador, socio responsable del sector salud en EY. «Es una industria con un desarrollo histórico notable: exportamos más del 40% de todos los medicamentos producidos en la UE y realizamos más del 35% de los ensayos clínicos en la región. Esto se debe a nuestra ventaja en costos laborales y a una regulación que siempre ha favorecido la innovación y ha sido relativamente estable.»