Los festivales música de verano van unidos, con demasiada frecuencia, a la mala vida, cuartos de baño terroríficos, comida regulera tirando a mala, barras masificadas y zonas de acampada infectadas de gente, con tiendas apiñadas, donde reinan las apreturas. Pero toda esa larga lista de inconvenientes es perfectamente asumible por jóvenes con escaso presupuesto, que pueden ver en unos pocos días a muchas de sus bandas favoritas. Son amantes de la música y poquito también del desmadre.. Seguir leyendo
Santana, con 78 años recién cumplidos, entusiasma a su público en Jerez de la Frontera en el ciclo organizado por las bodegas González Byass, en el que no hay masificaciones ni cuartos de baño infernales
Los festivales música de verano van unidos, con demasiada frecuencia, a la mala vida, cuartos de baño terroríficos, comida regulera tirando a mala, barras masificadas y zonas de acampada infectadas de gente, con tiendas apiñadas, donde reinan las apreturas. Pero toda esa larga lista de inconvenientes es perfectamente asumible por jóvenes con escaso presupuesto, que pueden ver en unos pocos días a muchas de sus bandas favoritas. Son amantes de la música y poquito también del desmadre.. Sin embargo, no todas las citas musicales del verano son así. El Tío Pepe que desde hace once años se celebra en Jerez de la Frontera (Cádiz) es todo lo contrario a la mala vida festivalera. Si no, ¿cómo es posible que el público aguarde a su artista favorito degustando un plato de jamón con un vino en copa de cristal? ¿Y en qué lugar una atenta azafata vestida de corto da la bienvenida con un tallo de nardos a los asistentes? ¿Y quién ameniza la espera en lo que parece la terraza de verano del local más in de la ciudad costera más cotizada del momento?. Para colmo, nada de esto ocurre en la zona vip que tanto prolifera últimamente en los conciertos de todo pelaje, en la que los lujos asiáticos están acotados y al alcance unos pocos. En el Tío Pepe, los dispendios gastronómicos (la ración de jamón ibérico a 22 euros, la de queso artesano a 12 euros y la burger de ternera y cheddar a 12 euros) están al alcance de todos. Desde el que compró la entrada más cara a la más económica.. Terraza instalada en el recinto del Tío Pepe Festival.. Lo más cerca que estuvo el público del Tío Pepe del submundo que a veces se apodera de los festivales veraniegos fue a través de las imágenes que el guitarrista Carlos Santana proyectó en pantallas gigantes durante su concierto, este 4 de agosto, en Jerez de la Frontera en la bodega Las Copas. En ellas se vieron ráfagas de jóvenes revolcados en barro y deslizándose por el fango como si fuera una sucia pista de hielo. Parecían los asistentes al mítico festival de Woodstock celebrado en 1969 en Estados Unidos, que congregó a unas 400.000 personas que acabaron enfangadas hasta las cejas tras el diluvio universal que descargó con furia en la zona. Santana era uno de los artistas del legendario cartel.. En Jerez, la afluencia de público fue de dos ceros menos que la de Woodstock. Aunque en los once años que lleva el Tío Pepe Festival, habrán pasado por allí unas 400.000 personas, lo mismo que en la mítica y embarrada cita norteamericana del 69. Y Santana, a sus 78 años recién cumplidos, se pasó casi todo el concierto tocando la guitarra sentado en una silla y mascando chicle. Pero qué destreza en sus manos. Cómo enervó a su entregado público, que se movía entre los cuarenta y muchos hasta los ochenta y tantos. Nada de chavalitos de veintitantos. Pero el guitarrista estaba formidablemente arropado por nueve músicos.. Entre ellos estaba el vocalista Ray Greene, que años atrás se subió a los escenarios con la mismísima Aretha Franklin. Fue también espectacular la actuación a la batería de Cindy Blackman Santana, la esposa de la estrella invitada. Se marcó un solo de aúpa mientras las pantallas gigantes proyectaban sus envidiables biceps. «¡Qué barbaridad, qué barbaridad!», mascullaba una señora canosa desde las primeras filas del front stage. El talento de Cindy Blackman Santana viene de lejos. Antes de embarcarse en las giras con su marido fue la batería de Lenny Kravitz.. «Somos fan de Santana desde hace muchísimos años y que viniera a Jerez era una oportunidad única para disfrutar de su música», cuenta José Antonio, un recién jubilado que veranea en la costa gaditana y que no dudó en hacer el petate para plantarse en las primeras filas del concierto del guitarrista, que cerró en Jerez su gira española, tras pasar también por los escenarios marbellíes del Starlite. Sonaron los hit Jingo, María María, Corazón espinado y Samba pa ti.. «Buscamos vivencias transformadoras y generar recuerdos increíbles. Es emocionante y una gran responsabilidad ver todos los sentimientos que provoca la música», resume Beatriz Vergara, directora de Tío Pepe Festival y de Enoturismo de González Byass, unas bodegas de luxe por las que han pasado los más top: Steven Spielberg, Liz Taylor, Paco de Lucía o Lola Flores. A ese nivel aspiran las próximas ediciones del Tío Pepe. Chapó.
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