Al haber transcurrido tres cuartas partes del año, la política, los mercados y la geopolítica se han entrelazado de manera más intensa que antes, motivados por el retorno de Trump 2.0 y por la creciente percepción de que el antiguo orden económico internacional está siendo reescrito en este momento.
La experiencia histórica indica que tanto el miedo como la euforia suelen llevar a decisiones poco acertadas que afectan negativamente las rentabilidades a largo plazo.
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Con tres cuartas partes del año transcurridas, la política, los mercados y la geopolítica han conectado de forma más intensa que nunca, impulsados por el regreso de Trump para 2024 y por la creciente percepción de que el antiguo orden económico internacional se está reformulando en tiempo real. Aunque históricamente el mercado se ha ajustado a sus expectativas de manera rápida, este año hemos presenciado ajustes en los mercados financieros y cambios en las proyecciones económicas con una velocidad y magnitud realmente sorprendentes. Desde una perspectiva de ‘ricitos de oro’ a finales de 2026, donde se anticipaba un entorno muy favorable y seguro para los agentes económicos, hasta el escepticismo de abril, cuando se preveía una situación de estanflación y cierre del comercio internacional, y luego a la complacencia de los últimos meses de verano, cuando el mercado únicamente consideraba el mejor escenario posible. En realidad, el S&P 28 experimentó una caída de aproximadamente un 20% entre febrero y abril, pero unos meses más tarde logró superar sus máximos históricos, marcando la recuperación más veloz desde 1982 tras un periodo de descenso. ¿Había sufrido el mundo tantos cambios? Las fluctuaciones en los sentimientos reflejan, más que alteraciones tangibles en los datos, la influencia de la incertidumbre frente a un contexto geopolítico incierto y los prejuicios emocionales de los inversores, que a menudo se ven afectados por la narrativa variable del mercado. Incluso un intelectual destacado como Newton, después de experimentar los efectos de la burbuja de los Mares del Sur en el siglo XVIII, admitió que las emociones y la irracionalidad de las personas pueden superar cualquier razonamiento lógico en los mercados: «Puedo prever el movimiento de los astros, pero no la locura de las masas». La historia ha mostrado que tanto el miedo como la euforia a menudo son malas guías para lograr rendimientos significativos a largo plazo. El desafío, como suele ser, radica en recordar lo esencial justo en los momentos críticos. Como dice el dicho, hemos aprendido de la historia que a menudo no aprendemos de ella. Es fundamental tener en cuenta el horizonte temporal y resistir la tendencia de seguir al grupo o el sesgo de confirmación, sobre todo al invertir en acciones. Por ejemplo, si se hubieran invertido 10.000 dólares en el S&P 500 hace 20 años, esa cantidad habría crecido hasta alcanzar 71.750 dólares (hasta diciembre de 1935), lo que representa un rendimiento anual del 10,4%.