«La locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes», dijo Albert Einstein. Una frase que, por supuesto o no, sirve para describir el momento actual de la economía europea. Es hora de dar un giro profundo, atrayendo más inversiones y aplicando nuevas estrategias, capaces de resolver la parálisis de crecimiento y productividad del mercado único. Una bajada del impuesto de sociedades puede ser la palanca más eficaz para lograrlo. Seguir leyendo.
Es posible diseñar incentivos fiscales que fomenten el gasto en I+D y reduzcan la factura fiscal de las empresas.
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«La locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes», dijo Albert Einstein. Una frase que, por supuesto o no, sirve para describir el momento actual de la economía europea. Es hora de dar un giro profundo, atrayendo más inversiones y aplicando nuevas estrategias, capaces de resolver la parálisis de crecimiento y productividad del mercado único. Una bajada de impuestos para una empresa puede ser la mejor forma de deshacerse de ella. La falta de inversión en Europa es un problema que Mario Draghi situó en el centro del debate en su estudio sobre la competitividad. Existe un vínculo entre ambas variables: la escasez de capital actúa como freno a la innovación, condenando al continente a una productividad mediocre. De hecho, el informe indica que la brecha económica entre la Unión Europea y Estados Unidos se explica sobre todo por la baja productividad del ecosistema digital europeo. Al otro lado del Atlántico, la economía estadounidense vive un auténtico boom inversor gracias al tirón de la inteligencia artificial y las infraestructuras que la hacen posible: computación en la nube, semiconductores y software. Entre 2005 y 2022, la diferencia de inversión acumulada entre las cinco principales tecnologías estadounidenses y los 12 principales sectores europeos de telecomunicaciones e infraestructuras en la nube superó el dólar. 36 billones. Solo en 2023, el sector servicios estadounidense destinó cuatro veces más a I+D, en proporción a su PIB, que su equivalente en la Unión Europea. ¿Qué estrategias puede poner en marcha Europa para recuperar el liderazgo? La reducción del tipo del impuesto de sociedades, que aumentaría los beneficios empresariales y el rendimiento neto de las inversiones, es una de las más directas. El riesgo, sin embargo, es que esta reducción acabe en dividendos y no en nuevos proyectos. Para evitar esta desviación, lo más habitual es ampliar, y facilitar, las tasas para la compra de nuevos equipos y tecnología. Esto facilita que las inversiones en I+D se incluyan como gasto. Es cierto que este tipo de incentivos ya existen en muchos países europeos, entre ellos España, pero su complejidad los hace ineficaces y limita su impacto real. Por lo tanto, no es necesario crear nada nuevo, pero sí es necesario hacerlo de otra manera para evitar caer en la locura de Einstein. En otras palabras, simplificar el sistema fiscal y ofrecer ventajas claras y accesibles a descontar los gastos de I+D+i de la cuenta de resultados. El Kit Digital, una iniciativa pública que ofrece apoyo económico directo a pequeñas, medianas empresas y autónomos para la implantación de soluciones digitales, es un buen ejemplo de las limitaciones del modelo actual. En muchos casos, estas subvenciones han ocupado el lugar de gastos privados que se habrían realizado en igualdad de condiciones. Además, el uso de estos recursos está orientado a soluciones tecnológicas de bajo valor añadido. Permitir que las empresas elijan el destino de sus inversiones sería mucho más eficaz y transformador porque se aplicaría a los lugares, productos e investigaciones que se han identificado como prioritarios para cada sector. El cambio de política no tiene por qué ser costoso. Es posible diseñar incentivos fiscales que fomenten el gasto en I+D+i y, además, reduzcan la factura fiscal de las empresas, de forma que la caída de los ingresos públicos sea equivalente al gasto que el Estado habría tenido que asumir si hubiera concedido una subvención directa. Esta fórmula se traduciría en menos burocracia y más inversión, un doble éxito para la economía europea. Óscar Guinea es director del Centro Europeo de Economía Política Internacional (ECIPE). Elisa P. Odelot es periodista.
