Cuando Miguel Murillo, de 27 años, decidió volver a la capital hace seis meses, estaba a las puertas del mercado inmobiliario. Aunque lleva viviendo de forma independiente desde los 21 años, hasta ahora había tenido «suerte». «Cuando tienes suerte es porque tiras de algún conocido», define de su experiencia anterior, cuatro años en Barcelona alquilando habitación en el piso de un amigo. Pero eso se acabó cambiando de trabajo y de ciudad. Este ingeniero aspira a comprarse una casa algún día, pero ahora mismo lo ve imposible porque la renta mensual consume gran parte de su sueldo: «Los precios suben más rápido que mis ahorros», añade. Y los datos le dan la razón: desde 2016, los salarios en España han crecido en torno al 24%, mientras que los alquileres anunciados en los portales inmobiliarios lo han hecho, de media, un 92%. Una década, en definitiva, de alquileres cada vez más imposibles. Seguir leyendo
El precio al que se anuncian los pisos en España ha subido casi cuatro veces más que los salarios desde 2016
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Cuando Miguel Murillo, de 27 años, decidió volver a la capital hace seis meses, estaba a las puertas del mercado inmobiliario. Aunque lleva viviendo de forma independiente desde los 21 años, hasta ahora había tenido «suerte». «Cuando tienes suerte es porque tiras de algún conocido», define de su experiencia anterior, cuatro años en Barcelona alquilando habitación en el piso de un amigo. Pero eso se acabó cambiando de trabajo y de ciudad. Este ingeniero aspira a comprarse una casa algún día, pero ahora mismo lo ve imposible porque la renta mensual consume gran parte de su sueldo: «Los precios suben más rápido que mis ahorros», añade. Y los datos le dan la razón: desde 2016, los salarios en España han crecido en torno al 24%, mientras que los alquileres anunciados en los portales inmobiliarios lo han hecho, de media, un 92%. Una década, en definitiva, de alquileres cada vez más imposibles. La ley estatal de vivienda sitúa las «condiciones asequibles de la vivienda» en el 30% de los ingresos familiares. Es decir, no gastar más de ese porcentaje en todo lo que significa la casa. Un cálculo aproximado (la norma habla de ingresos netos y contempla no sólo el pago de la renta o la hipoteca, sino también de suministros básicos como el agua o Internet) apunta a 2016 como un momento clave en la encrucijada de la casa. En torno a ese año, un piso mediano (80 metros cuadrados) empezó a superar el 30% de un salario medio bruto, según el precio de los portales. El año pasado superó el 40%. . Pero ese camino hacia la inasequibilidad de los alquileres no ha sido lineal. La serie muestra ligeros altibajos, que la economista Paloma Taltavull atribuye a ligeras mejoras debidas al aumento del salario mínimo profesional. Porque lo que tiene claro esta profesora de la Universidad de Alicante es que «el problema de la accesibilidad a la vivienda no es sólo un problema de alquileres altos, sino de salarios bajos». Explica que «una gran parte de los solicitantes de alquiler no pueden comprar una propiedad, este es uno de los obstáculos con los que se han encontrado desde la crisis financiera. » Y toda la demanda insatisfecha en la compra, alimentada por la continua creación de nuevas viviendas -con el chorro extra que ha provocado en los últimos años la llegada de cientos de miles de personas de fuera para cubrir las necesidades del mercado laboral en una economía que crece muy por encima de sus pares- ha complicado más las cosas desde el punto de vista inmobiliario. «El cóctel está servido, y se traduce en una aceleración brutal de los precios», dice Taltavull. Al aplicar la lupa en algunas zonas, se observó un aumento global del 92% de palidates en los datos de Fotocasa. Entre las diez ciudades más pobladas de España, tres de ellas (Valencia, Alicante y Murcia) han visto duplicados los precios que se han pedido desde 2016. Málaga se acerca a esa marca (un 96% más) y en todas, salvo en Barcelona, los importes han multiplicado, al menos, por dos la subida salarial media. La subida es menos elevada, pero partía de niveles muy altos y sigue siendo la más cara, en la capital catalana, que es una de las diez ciudades donde se aplican controles de precios de acuerdo con la ley estatal. El hecho de que los alquileres discurran por semejante senda que los salarios o el propio coste de la vida (el IPC general ha subido un 26. 4% desde 2016) tiene consecuencias a la hora de buscar piso. «Detectamos una brecha cada vez más profunda entre las expectativas de los inquilinos y la realidad que ofrece el mercado», señala la directora de Estudios de Fotocasa, María Matos. Los estudios periódicos de mercado que realiza este portal indican que el 46% de quienes viven de alquiler lo hacen por obligación, porque no pueden comprar. «Se trata de un fenómeno creciente, que ha crecido ocho puntos porcentuales desde 2023», completa Matos. Además, el 30% de los que buscan piso acaban alquilando una habitación porque no encuentran otra cosa, el 35% de los encuestados dice no tener dinero suficiente para la fianza y los gastos iniciales de un alquiler, y el 58% dice tener dificultades para pagar las mensualidades del alquiler. Muchos de los indicadores del estudio demoscópico de Photocasa han empeorado en los últimos años. La «presión» de los inquilinos La sensación, en definitiva, es que el alquiler se ha convertido en una carrera de obstáculos. Y algo muy parecido es lo que denuncia Juan Ángel Barajas, un estudiante mexicano de 28 años que actualmente cursa un postgrado en Barcelona. Alquiló una habitación por 615 euros, un precio que, en su caso, teniendo que convertir en euros los pesos que le mantienen, era insostenible. A través de contactos personales, acaba de encontrar otra habitación por 450 euros. Pero sólo puede quedarse dos meses. «Es como ganar tiempo», describe, «sé que pronto tendré que volver a buscar y que supone un esfuerzo físico y emocional, lo que devolverá la presión por encontrar piso». «Objetivamente, parece que hay mucha tensión a pesar de que los datos son controvertidos», dice el economista José García Montalvo, que matiza que las cantidades que ofrecen los portales son muy reactivas (i. e. , se inflan en momentos de boom inmobiliario como el actual) mientras que el INE, que abarca todos los arrendamientos existentes y no sólo los nuevos, muestra cifras más moderadas (y más antiguas: el último dato disponible es de 2023). «Están pasando muchas cosas en el mercado, pero no sólo en España y no en toda España, sino en sitios concretos, como en Ámsterdam, Londres o Berlín», añade el profesor de la Universidad Pompeu Fabra. Esto le lleva a pensar que «las causas] de la subida de precios tienen que ser comunes» a todas estas ciudades. Cita, entre otras, la mayor movilidad internacional, un proceso de urbanización que no se detiene (es decir, cada vez más gente queriendo vivir en los mismos sitios) o fenómenos como el de los pisos turísticos, que restan oferta residencial. «El atasco original siempre está en el mercado del alquiler: hay mucha demanda y la oferta es la que es», sintetiza García Montalvo. Lejos de la ortodoxia económica, el investigador en economía política del CSIC Javier Gil añade otro elemento al cóctel de causas. Cree, como otros, que hay una demanda de vivienda excesiva para la oferta existente, pero matiza que «no sólo para la demanda residencial, sino también para la inversión». «La fuerte rentabilidad del alquiler ha atraído mucha inversión al sector», dice, «surgen negocios e infraestructuras que facilitan que en el mismo contexto se generen dinámicas que presionan al alza los precios porque hay muchos más actores que antes intentando hacer el negocio del alquiler». Su visión es cercana a la de los sindicatos de inquilinos. Carme Arcarazo, portavoz del Sindicato de Llogares de Barcelona, cree que «la vivienda se ha convertido en uno de los bienes de inversión más rentables del mundo porque es un recurso básico que todo el mundo necesita para vivir, es escaso y, además, el trabajo se concentra en las ciudades». Además, en España los contratos no se renuevan automáticamente como en otros países, o la proliferación de arrendamientos de temporada para evitar una regulación básica. Y señala que «si los precios suben es porque pueden subir, porque la ley lo sigue permitiendo en la inmensa mayoría del Estado» (i. e. donde no se declaran zonas de tensión). La visión en el bando local es radicalmente opuesta. Helena Beunza, presidenta de la Asociación Asval -que agrupa a algunos de los mayores tenedores de vivienda de España, como el fondo Blackstone- se queja de que «seguimos con el discurso punitivo». En cambio, quien fuera secretaria general de Vivienda entre 2018 y 2020 pide «activar al propietario individual para que ponga su vivienda en alquiler, y añadir incentivos para que lo haga por debajo del precio de mercado». «La falta de un parque de vivienda pública y asequible en España hace que la demanda que debería estar en esos segmentos acabe en el alquiler libre», afirma. Soluciones a corto y largo plazo. Pero en la dicotomía entre regulación e incentivos que plantean los representantes de los inquilinos o de la vivienda, muchos expertos creen que no es obligatorio elegir. Se necesita todo lo que ayuda en este momento. La base, creada por el economista y ex banquero Ignacio Ezquiaga, es revertir la «escasez de viviendas en relación con la demanda». Eso hace que parte de la solución pase por la construcción, pero ésta «se ha convertido en un cuello de botella» por todas las capacidades que se perdieron tras el estallido de la burbuja de principios de siglo, que arrasó el sector promotor. Y también supone una salida «lenta» a la actual crisis de accesibilidad. Mientras eso se resuelve, detalla Ezquiaga, el alquiler se ha convertido en «la variable de ajuste de todas las tensiones inmobiliarias». Donde confluyen todas las necesidades. Pero al mismo tiempo es un mercado minoritario en España para la mayoría de los hogares que viven en casas en propiedad, y eso «hace más terrible la situación porque muchos no saben lo que está pasando». Esto explicaría cierta resistencia a medidas que no van a largo plazo, sino a corto, desde la perspectiva de los remedios a utilizar. Y tienen un impacto en determinados propietarios. Pero Ezquiaga defiende estas medidas: «Cuando ya tienes una rentabilidad tremenda por tener tu piso de alquiler, no pasa nada porque se reduzca un poco», zanja en defensa de los topes a las actualizaciones de precios que el Gobierno puso en plena escalada inflacionista (y que hoy ya no están en vigor). La crisis de acceso a la vivienda es tal, que hasta en la ortodoxia académica hay dudas: «La ley de vivienda fija precios y yo como economista estoy en contra, pero cuanto más tiempo pasa, más creo que puede ser una solución siempre que sea temporal y tratando de no desestabilizar los mecanismos de mercado», dice Taltavull, que se define como «un defensor del mercado» pero califica la actual situación inmobiliaria como «un fallo de mercado muy grave». Mientras ese fallo se solapa, pasa el tiempo y aparecen nuevas señales de alarma. Se ve en la reaparición de asentamientos informales (caravanas, tiendas de campaña, chabolas) en la periferia de algunas ciudades, o en la elevada edad de emancipación de la juventud española. Murillo, ingeniero madrileño de 27 años, divide a su grupo de amigos en dos. Los hay que, como él, comparten piso. Y luego «los que siguen viviendo con sus padres e hipotecan un poco su independencia a cambio de conseguir antes una hipoteca». Ahora se resiste a volver a casa del padre. Paga 610 euros y gana poco más de 2. 000, por debajo del límite teórico de asequibilidad del 30%. Pero es demasiado para ahorrar lo que le gustaría y por eso busca algo más barato. «Últimamente veo cosas, pero con poca fe», dice. «Lo que me encuentro, y me descorazona mucho, son las mismas habitaciones que ya descarté hace seis meses. Y por las que valían 500 euros ahora piden 550».
