Ni de forma amistosa ni hostil. La intención del BBVA, con su presidente Carlos Torres a la cabeza, de integrarse en el Banco Sabadell y agitar el panorama financiero en España, ha terminado en fracaso tras casi año y medio de proceso. Un camino que, por las etapas que ha ido quemando, parecía anticipar el desenlace: ni el Gobierno español, ni los dirigentes de la entidad elegida vieron nunca con buenos ojos la operación. Fue una operación muy ajustada financieramente, según los analistas. Y los accionistas, de forma masiva, han corroborado ese escepticismo. Seguir leyendo
El presidente del BBVA está en la misma piedra que en 2020, en un segundo intento en el que lleva casi año y medio insistiendo contra viento y marea
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Ni de forma amistosa ni hostil. La intención del BBVA, liderado por su presidente Carlos Torres, de integrarse en el Banco Sabadell y agitar el panorama financiero en España, ha terminado en fracaso tras casi año y medio de proceso. Un camino que, por las etapas que ha ido quemando, parecía anticipar el desenlace: ni el Gobierno español, ni los dirigentes de la entidad elegida vieron nunca con buenos ojos la operación. Para los analistas, se trataba de una operación muy ajustada desde el punto de vista financiero. Y los accionistas, de forma masiva, han corroborado ese escepticismo. Las señales de que no sería una operación fácil de llevar a cabo empezaron desde su mismo origen. A finales de abril del año pasado, BBVA hizo oficial su intención de entablar una negociación amistosa para fusionar el Sabadell. La primera negativa. El motivo, el mismo que ha dominado todo el proceso: un precio que, para los dirigentes de la entidad catalana, infravaloraba «significativamente» su potencial. «BBVA no tiene espacio para mejorar sus términos económicos», reconocía Torres en una carta dirigida a su homólogo en Sabadell, Josep Oliu, y que desvelaba el propio banco catalán, iniciando una batalla soterrada que ha llegado hasta los últimos días. A falta de una negociación amistosa, el BBVA se lanzó al recurso de la opa hostil, sin pago en metálico de por medio, y quizá sin medir la fuerte oposición que su planteamiento despertaría no sólo en el consejo del Banco Sabadell, sino también en la clase política y empresarial catalana. Era la primera vez en cuatro décadas que un banco español lanzaba una opa hostil. Tampoco el Gobierno estaba por la labor. Carlos Corpo, ministro de Economía, fue claro sólo dos días después de presentar la oferta a la CNMV: «Ahora tenemos una opinión de rechazo a esta idea». La entidad oferente tenía varias barreras que superar. La primera parecía la más complicada: el escrutinio de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Los directivos de BBVA advirtieron de las condiciones que ésta podía poner: «No dudaremos ni un segundo en retirarnos si las condiciones afectan a la creación de valor de la opa», dijo en repetidas ocasiones el consejero delegado, Onur Genç. Mientras tanto, trasladó hasta cinco ofertas al regulador para tener su plácet. . Competencia habló, y aceptó compromisos, como mantener la presencia física en municipios despoblados, que eran más en La Vela, sede del BBVA, que en Sabadell. El primer obstáculo, que parecía uno de los más complicados, se superó. Más duras fueron las condiciones del Gobierno, que exigía a ambas entidades, por ejemplo, mantenerse separadas durante tres años, prorrogables por dos más, con patrimonio separado y gestión independiente. Los analistas financieros ya advirtieron que un marco más restrictivo podría frenar la oferta y que la creación de valor para el accionista del BBVA era dudosa. Sólo esas obligaciones del Ejecutivo redujeron las sinergias a la mitad. Antes de reunirse con ellos, el BBVA quiso ponerse duro: «Tenemos la posibilidad legal de retirar la opa si el Gobierno pone más condiciones o vende TSB», esta última la filial británica del Sabadell. El TSB fue vendido al Santander, invitado estrella en este conflicto bancario, por 3. 100 millones de euros después de que el Ejecutivo pusiera estas condiciones. Una munición utilizada por el Sabadell para regar a sus accionistas con uno de los mayores dividendos de la historia, del 2. 5. 000 millones, equivalentes al 15% del capital del banco. Ambición arriba. Incluso Torres y su consejo fueron atacados por la aprobación conjunta de este dividendo por una mayoría del 99, 6%. El BBVA optó por seguir adelante, costase lo que costase, y por unanimidad del consejo. La ambición, sí, fue disminuyendo a medida que la realidad empezaba a imponerse. Del deseo de alcanzar hasta el 100% del accionariado del Sabadell, bajo un umbral mínimo de aceptación del 50%, el BBVA ha abierto en las últimas semanas la posibilidad de conformarse con un porcentaje de entre el 30% y el 50%. Una toma de control en dos tiempos, ya que en ese escenario obligó a lanzar una segunda pa. . Sin embargo, los mensajes de la entidad oferente siguieron lanzando mensajes de optimismo. «La oferta es extraordinaria. Es la valoración más atractiva que ha tenido el Sabadell en más de una década», dijo Carlos Torres en una entrevista con EL PAÍS el pasado mes de septiembre. «Una segunda opa es improbable», dijo, algo que se ha confirmado, pero no por las razones previstas por el presidente del BBVA. Un escenario que ha empezado a cambiar en las últimas semanas. Tras meses negando la posibilidad de una mejora de precios, el banco vasco dio un giro a su guión y elevó un 10% su propuesta por Sabadell. Lo hizo el 22 de septiembre. Pero sin subida de precios, sin un as en la manga para rebajar la condición de aceptación mínima al 30%, la compra del Sabadell ha triunfado. Y es la segunda vez que Carlos Torres lo intenta. Ya en noviembre de 2020, BBVA inició una negociación que llegó a fases mucho más avanzadas que esta vez, con asesores contratados y auditorías en marcha. Entonces, el Sabadell valía el 80% de lo que valía en mayo de 2024, y el BBVA acababa de recibir el 9. 7. 000 millones de la filial americana. Sabadell acabó levantándose de la mesa. ¿El motivo? El mismo que cinco años después: el precio. Una aventura que marcará el mandato de Torres, renovado este año por cuatro más.