Manuel Piñar Ibáñez (Granada, 29 años) no se separa de Rufo, su perro de cinco años. «Es mi compañero de viaje», dice. En 2021, tras años en pisos compartidos en Madrid, decidió mudarse para estar con él. Sin embargo, encontrar pisos de alquiler que lo acepten ha sido una auténtica carrera de obstáculos. «Siempre que busco casa, busco mascotas. Si no lo pones, llamaré al dueño. Me han rechazado muchas veces sólo por tener perro», cuenta. En una ocasión, incluso, le negaron el alquiler porque el propietario vivía en el último piso y tenía tres gatos. «Me dijo que estaban nerviosos por los ladridos y que no quería comprometer el bienestar de sus mascotas por el mío», cuenta. Seguir leyendo
Menos del 15% de los propietarios acepta animales de compañía, lo que aboca a los inquilinos a una odisea marcada por el rechazo, el riesgo de abandono y la falta de soluciones legales claras
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Manuel Piñar Ibáñez (Granada, 29 años) no se separa de Rufo, su perro de cinco años. «Es mi compañero de viaje», dice. En 2021, tras años en pisos compartidos en Madrid, decidió mudarse para estar con él. Sin embargo, encontrar pisos de alquiler que lo acepten ha sido una auténtica carrera de obstáculos. «Siempre que busco casa, busco mascotas. Si no la ponen, llamo al propietario. Me han rechazado muchas veces sólo por tener un perro», dice. Incluso en una ocasión, se le denegó el alquiler porque el casero, que residía en el último piso y tenía tres gatos. «Me dijo que estaban nerviosos por los ladridos y que no quería comprometer el bienestar de sus mascotas por el mío», cuenta. La experiencia de Manuel refleja una realidad muy extendida en España. Aunque más del 40% de los hogares españoles convive con animales, según ANFAAC (Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía), la situación de los inquilinos es más complicada. La web Idealista permite buscar pisos que admitan mascotas. Un rastreo realizado por EL PAÍS en un día cualquiera muestra que sólo 11, 000 de las 82, 500 viviendas anunciadas admiten esta posibilidad, lo que equivale al 13% del total. La aceptación es algo mayor en las grandes capitales. Barcelona lidera los casi 1. 500 anuncios (21%) que admiten mascotas, seguida de Madrid (17%) y Málaga (15%), mientras que provincias como Cádiz y Huelva también presentan tasas elevadas (19%). Sin embargo, en el País Vasco o provincias como Salamanca, Palencia o Navarra, menos del 5% lo permiten. Para Sergio Cardona, analista del observatorio del alquiler, esta diferencia se debe a que «los propietarios están más acostumbrados a convivir con animales en estos mercados donde la crisis inmobiliaria también se deja sentir más». Siempre hablamos de que el mercado del alquiler es heterogéneo, hasta en eso lo es», apunta. Laura García, de 27 años, también lo ha vivido. Vive con su pareja en Ciudad Lineal, Madrid. Cuando quiso adoptar a Turron, un teckel de dos años, tuvo que renegociar el acuerdo que prohibía los animales de compañía. La agencia le exigió una foto del perro para comprobar su tamaño, un seguro de responsabilidad civil y sobre todo una nueva fianza de 1, 050 euros, además de los 2, 700 euros de gestión y fianza que ya pagó al entrar en el piso. «Teníamos miedo de que nos rechazaran y nos echaran. Si no nos hubieran dejado, podríamos haber aplazado la adopción», admite. Para Pedro Uceda, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, esta discriminación representa un problema de fondo, ya que los animales de compañía están redefiniendo los vínculos y las dinámicas afectivas en los hogares españoles: «Cada vez más vamos a modelos de familia multiespecie, donde los animales son considerados miembros del hogar, con derechos similares», afirma. El grupo Animalist Rentals de Facebook, que cuenta con casi 50. 000 miembros, se ha convertido en un recurso para encontrar pisos que admitan mascotas. El punto de vista de los propietarios. El miedo a los daños y el ruido son las principales razones por las que los propietarios rechazan a los inquilinos con mascotas. «Los inquilinos tienen dos grandes preocupaciones: el estado de devolución y el impago del alquiler. Las mascotas se perciben como un riesgo añadido», dice Cardona, aunque aclara que los daños causados por los animales no suelen superar a los de otros inquilinos. Sin embargo, algunos propietarios han tenido malas experiencias. Amparo Noguera, en Almazora (Valencia), alquiló su piso sin cláusula de mascotas, pensando que los inquilinos no tenían animales. «Se lo quedaron desde el principio», explica. El perro ladraba constantemente cuando se quedaba solo, lo que provocó que los vecinos amenazaran con denunciar. «Y como propietario, también me afectó a mí», añade. En España, la Ley de Arrendamientos Urbanos deja en manos del propietario la decisión de alquilar animales. El arrendatario puede exigir como máximo un mes de fianza y dos de depósito. En países como Francia o Bélgica no se pueden prohibir los animales de compañía por contrato, mientras que en el Reino Unido se está tramitando una normativa para limitar esta práctica. Desde ASVAL, la principal asociación de propietarios de España, reconocen que el mercado necesita adaptarse: «Con normas claras y responsables, es posible compatibilizar la presencia de animales con una adecuada convivencia», afirman. Insisten en que la clave está en el diálogo. Cardona añade que, aunque muchos propietarios no aceptan mascotas de entrada, alrededor del 25% acaba haciéndolo tras negociar con el inquilino. Mientras el mercado se adapta, los inquilinos buscan soluciones. Manuel Piñar ha aprendido a filtrar los anuncios y a utilizar plataformas que facilitan la búsqueda, como Spotahome, pero incluso ahí la oferta es limitada. Un reciente estudio de la empresa limitaba esta posibilidad a menos del 7% de los alojamientos. «Me costó mucho encontrar algo que me encajara y que además aceptara Rufo», dice Piñar. En su caso, el propietario accedió tras comprobar que el contrato incluía una cobertura específica de los posibles daños causados por el perro. Manuel Piñar Ibáñez, de 29 años, pasea por las calles de Granada junto a su perro salchicha, Rufo. Álex Camara (Álex Camara / El País). Una situación que aumenta el riesgo de abandono. La exclusión de inquilinos con animales puede derivar en situaciones de extrema vulnerabilidad, según Noe Terrassa, de la Fundación para el Asesoramiento y Acción Animal (FAADA): «Algunas familias acaban en infraviviendas o incluso en la calle porque no quieren separarse de sus animales, mientras que otras se ven obligadas a abandonarlos. Esto colapsa a las protectoras y a los centros municipales. Muchos animales acaban en jaulas de las que nunca salen», afirma. Un estudio de la Fundación con el Ayuntamiento de Barcelona en 2021 identificó el acceso al alojamiento como una de las principales causas de abandono en el servicio público de recogida. En Madrid, los servicios sociales solo disponen de 12 habitaciones en cuatro albergues que admiten mascotas, según la asociación. «Para muchas personas, sus animales son lo más importante, a veces más que su familia», afirma Terrassa. Aún así, algunos inquilinos optan por dejar sus mascotas a sus familias porque no les queda más remedio. Es el caso de Alejandra Gómez, nacida en Bogotá hace 28 años, que lleva más de seis meses buscando piso para vivir en Madrid con su caniche Mambo. «Al principio estuve mirando con un amigo, pero tener mascota nos subía el alquiler y nos restaba puntos», recuerda. Como extranjero, ya me encontraba con barreras. Al final, descubrió un hogar donde el acuerdo prohíbe las mascotas, y Mambo quedó al cuidado de su madre en Colombia. «No quería arriesgarme a perder el piso», dice. Aunque la Ley 7 / 2023 de Bienestar Animal reconoce a las mascotas como parte del núcleo familiar, su presencia sigue sin estar contemplada en los contratos de alquiler. Algunas aseguradoras ofrecen coberturas específicas por daños, pero «muchos propietarios las desconocen o prefieren evitarlas», advierte Terrassa. Para Manuel Piñar, esta exclusión sigue siendo injusta: «Tener un perro nunca debería cerrar la puerta de una vivienda». En este contexto, dar un piso donde los animales sean bienvenidos sigue siendo cuestión de suerte. Valentín López, inquilino de la sierra noroeste de Madrid, forma parte de esa minoría que abre la puerta a la convivencia. «Siempre anuncio que se aceptan perros y gatos, me da igual el tamaño», dice. Lo hace por convicción, pero también ve razones prácticas: Es una forma de atraer perfiles que suelen ser más estables en el trabajo y tienen menos opciones porque pocos dueños los aceptan», concluye.