Instrumental de medición de alta precisión, un laboratorio de pruebas de impacto para todo tipo de vehículos y el mayor centro de procesado y aprovechamiento de piezas de coches eléctricos se esconden en varias naves discretas en un anodino polígono industrial. Esas son las armas que utiliza la aseguradora Mapfre para mejorar su política de suscripción de pólizas, afinar su tarificación, dar servicio a sus talleres de confianza y mejorar así la eficiencia del grupo en todo el mundo.. Seguir leyendo
El grupo multinacional cuenta con un centro de investigación de los más punteros del mundo
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Instrumental de medición de alta precisión, un laboratorio de pruebas de impacto para todo tipo de vehículos y el mayor centro de procesado y aprovechamiento de piezas de coches eléctricos se esconden en varias naves discretas en un anodino polígono industrial. Esas son las armas que utiliza la aseguradora Mapfre para mejorar su política de suscripción de pólizas, afinar su tarificación, dar servicio a sus talleres de confianza y mejorar así la eficiencia del grupo en todo el mundo.. Este despliegue tecnológico no se encuentra en ningún centro de innovación en algún barrio de moda de Madrid o Barcelona, sino en Ávila, a poca distancia de la Academia de la Policía Nacional, el seminario diocesano y la casa natal de Santa Teresa de Jesús. El Centro de Experimentación y Seguridad Vial de Mapfre (Cesvimap) es una unidad de negocio muy poco conocida del grupo asegurador que se ha convertido en cuatro décadas en una de las instituciones más potentes de Europa en todo lo relativo a la seguridad de coches, camiones y motos. La punta de lanza de su política de I+D.. José María Cancer es su director desde hace seis años. Antes fue un alto cargo del grupo Peugeot-Citröen (ahora Stellantis), de Hyundai y de Bergé, que distribuye en España marcas como Rolls-Royce, Bugatti, Bentley o Lamborghini. Conoce la industria automovilística de cabo a rabo, pero reconoce que nunca ha tenido un trabajo tan entretenido. “Cuando empecé aquí, al llegar a casa mis hijos me preguntaban, ‘papá, que habéis destrozado hoy”, explica durante una visita organizada a la planta para un grupo de accionistas de Mapfre.. Más información. Mapfre sitúa a Brasil como su ‘hub’ para la innovación mundial en seguros. Hoy toca destrozar un Hyundai i20 eléctrico. Bueno, un pequeño destrozo que consiste en empotrarlo contra un muro de hormigón armado a 15 kilómetros por hora. Un impacto de baja intensidad. Un pitido avisa de que el vehículo acaba de ponerse en movimiento. Aunque la velocidad es baja, el estruendo del golpe retumba seco y violento por toda la nave, que luce impoluta. Los airbags han saltado y, al abrir la puerta, sale un humo de olor acre y picante, provocado por la explosión de los gases que han llenado las bolsas blancas en unas milésimas de segundo. El suelo está manchado de líquido de frenos azul y esquirlas de plástico que han saltado.. Ahora llega el momento de los técnicos: análisis de deformación del acero, videos para comprobar cómo se ha movido el muñeco que hacía de conductor -el famoso dummie-, mediciones milimétricas para ver cómo se ha levantado el capó… A los expertos les ha sorprendido que haya saltado el airbag con una velocidad tan baja. “Es posible que sea por las baterías, que añaden más peso y más inercia”, aventura uno de ellos.. Cada año el Cesvimap hace un análisis integral de unos 25 vehículos (lo que incluye impactos frontales, trasteros, laterales…). La mayoría son coches escogidos de forma totalmente independiente y recién comprados en concesionario. Suelen buscar los modelos que más se están vendiendo. En ocasiones, son los fabricantes los que encargan la prueba. Pagan por que destrocen su coche.. Centro de tratamiento de coches siniestrados de Mapfre, en Ávila. Foto cedidaFoto cedida por Mapfre. Las perrerías no se limitan a los choques. “Ya les hemos prendido fuego a dos vehículos eléctricos. A uno desde dentro y al otro por fuera. Es fundamental entender cómo arden”, relata Cancer mientras muestra un armazón carbonizado en la parte trasera de la nave. “Nuestras conclusiones pueden valer tanto para detectar un fraude al seguro, como para ayudar a los bomberos a aprender cómo apagar uno de estos fuegos” apunta el directivo.. Empieza la reparación. Los destrozos y su análisis solo son la primera parte de la labor de Cesvimap. Cuando acaban de machacarlos, los bajan una planta y empieza una reparación a conciencia. Después de unos días quedan como nuevos y Mapfre los oferta entre sus empleados. El desmontaje y sustitución de piezas es fundamental para aprender. “Nos ayuda a entender cómo de difícil es la reparación, cómo se puede mejorar el proceso”, apunta Cancer. Después, los resultados son compartidos con los talleres colaboradores. La especialización del centro es tal, que hay grandes marcas, como Toyota, que recurren a ellos para formar a los mecánicos de sus talleres oficiales. Seat les contrata para analizar el montaje y desmontaje de piezas en sus prototipos, bajo un estricto acuerdo de confidencialidad.. Cuando no toca quemar y estampar coches, toca atropellar las figuras de peatones, motoristas o personas en silla de ruedas. Así se comprueba cómo responden los sistemas de asistencia a la conducción y se sigue alimentando de datos a la máquina de la que los actuarios recurren para calcular la prima del seguro.. En Cesvimap trabajan 100 empleados. Y otros 20 en la sección de aprovechamiento de los vehículos siniestrados de asegurados de Mapfre. Es el más puntero de toda España. Con un almacenamiento totalmente robotizado y que procesa unos 2.200 coches al año. Se consiguen revender o reutilizar el 96% del total de piezas y materiales. Entre los dos centros facturan unos 14 millones de euros y generan algo de beneficio aunque “ese no es el objetivo prioritario, sino prestar servicio a Mapfre, a los talleres colaboradores preferentes, a su Fundación y, en última instancia, a la sociedad”, resume José María Cancer.. Un trabajador de un centro de investigación de Mapfre analiza la batería de un patinete eléctrico.Foto cedida por Mapfre. Un buen ejemplo de este último objetivo es lo sucedido con los patinetes eléctricos. Cuando se empezaron a popularizar en España, el Cesvimap comenzó a hacer tests, y demostró que su impacto sobre un peatón menor de edad podría ser letal. El análisis, junto con un estudio de accidentes realizado por la Fundación Mapfre se hizo público y se recomendó que ese tipo de vehículos tuviese prohibido circular por las aceras. A los pocos meses, cambio la legislación y mandó a los patinetes a la calzada. “Nuestra labor y nuestras recomendaciones han salvado vidas”.