Los temores proteccionistas, el creciente endeudamiento público, el exceso de oferta de bonos y los ataques a la independencia de instituciones como la Reserva Federal están minando la confianza de los inversores en la deuda soberana, especialmente en los tramos largos de la curva. Las ventas se han acelerado, impulsando las rentabilidades al alza y con ello empujando los precios a la baja. Los recelos han obligado a muchos tesoros nacionales a reajustar sus estrategias de financiación, priorizando emisiones a corto plazo. Al mismo tiempo, los bancos centrales están frenando o revaluando el ritmo de reducción de sus balances —aún considerables y en plena digestión de la crisis provocada por la pandemia—, ante el deterioro del mercado.. Seguir leyendo
La presión fiscal y el repunte de emisiones siembran inquietud entre los inversores y tensan el mercado de renta fija. Ante la escalada de las rentabilidades, los gobiernos priorizan emisiones a corto plazo
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Los temores proteccionistas, el creciente endeudamiento público, el exceso de oferta de bonos y los ataques a la independencia de instituciones como la Reserva Federal están minando la confianza de los inversores en la deuda soberana, especialmente en los tramos largos de la curva. Las ventas se han acelerado, impulsando las rentabilidades al alza y con ello empujando los precios a la baja. Los recelos han obligado a muchos tesoros nacionales a reajustar sus estrategias de financiación, priorizando emisiones a corto plazo. Al mismo tiempo, los bancos centrales están frenando o revaluando el ritmo de reducción de sus balances —aún considerables y en plena digestión de la crisis provocada por la pandemia—, ante el deterioro del mercado.. Esta vez no es la periferia europea la que genera inquietud, sino los mercados tradicionalmente más solventes: EE UU, Reino Unido, Alemania o Japón. En lo que va de 2025, los inversores están presenciando un cambio de paradigma. El bono estadounidense a 30 años ha llegado a superar días atrás el 5%, los bonos japoneses con vencimiento en 2045 rondan máximos de principios de siglo y la deuda británica a 10 años se acerca al 4,6%, máximos desde 2008. En contraste, los rendimientos de deuda a una década de España, Italia o incluso de Grecia se mantienen estables en torno al 3,3%.. La preocupación por la sostenibilidad fiscal ha empezado a eclipsar el papel de la política monetaria y lanza señales de alerta. Los inversores exigen ahora una prima mayor por inmovilizar capital durante largos periodos de tiempo. Todo ello en un contexto en el que gobiernos tendrán que seguir pidiendo más dinero para financiar la inversión en defensa, la rebaja de impuestos y el aumento de los déficits. Incluso Alemania ha empezado a abandonar su histórica ortodoxia fiscal. El presupuesto presentado por el Ejecutivo eleva el déficit al 3% del PIB este año y podría llevarlo al 4% en 2026. Para financiarlo, prevé emitir 19.000 millones de euros adicionales solo en el tercer trimestre. Ya en marzo, el anuncio del impulso fiscal por parte de Friedrich Merz llevó la rentabilidad del bund a 10 años a rozar el 3%, nivel que no se veía desde la crisis de deuda de la zona euro en 2011.. Las mayores emisiones de deuda llegan en un momento en el que los tipos de interés están lejos de los mínimos históricos de los últimos 10 años y se está produciendo una retirada de grandes inversores institucionales como las aseguradoras de vida en Japón o Reino Unido. El aumento del coste de financiación, unido a una menor demanda por deuda a largo plazo, está obligando a los tesoros nacionales a revisar sus planes: reducir las emisiones a largo plazo en favor de las colocaciones con vencimientos más cortos. A finales de junio, el Ministerio de Finanzas nipón presentó un plan para reducir la emisión de bonos entre 20 y 40 años por valor de 3,2 billones de yenes (unos 19.000 millones de euros), el doble de lo previsto en un primer momento.. Reino Unido enfrenta presiones similares. En abril la Oficina de Gestión de la Deuda (DMO) británica anunció una reducción de emisiones a largo plazo para contener el repunte de las rentabilidades. Pero, más allá, los analistas de Oxford Economics y HSBC han comenzado a contemplar que el Banco de Inglaterra limite —o incluso detenga— la venta de los 160.000 millones de libras (184.000 millones de euros) en deuda a más de 20 años que conserva, para evitar episodios como los vistos a principios de año, cuando los bonos a 30 años repuntaron a máximos de 1998.. Después de que la Reserva Federal frenara en marzo la reducción de su balance —de 25.000 a solo 5.000 millones de dólares mensuales en vencimientos—, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha admitido que no tiene sentido aumentar las emisiones de deuda a largo plazo con las actuales rentabilidades. Estas declaraciones llegan en vísperas de un segundo semestre marcado por un fuerte aumento de las emisiones, según César Pérez, director global de inversiones de Pictet WM. “Una parte importante de los bonos del Tesoro vence en los próximos meses, justo cuando el déficit se ampliará tras la aprobación de la ley One Big, Beautiful Bill (BBB por sus siglas en inglés), que obligará a subir el techo de deuda”, explica.. Solo en 2025, EE UU debe afrontar vencimientos por 9,2 billones de dólares, un tercio de la deuda total en circulación y casi el doble del PIB alemán al cierre de 2024 (4,65 billones de euros). En este contexto, tanto Pérez como los analistas de RBC creen que, ante el elevado coste de financiación a largo plazo, el Tesoro estadounidense optará por intensificar las emisiones a corto plazo.. ¿Hay demanda para tanta deuda?. A pesar del aumento del endeudamiento global, algunos gestores mantienen cierto optimismo. Rafael Valera, CEO y gestor de renta fija en Buy & Hold, considera que el apetito por la deuda sigue siendo elevado. Sin embargo, advierte: “Muchos países están acumulando niveles de deuda difíciles de gestionar para futuras generaciones”. A finales de 2024, la deuda de EE UU ya equivalía al 120% del PIB, frente al 112% de Francia y el 240% de Japón.. “El problema no es solo el gasto en defensa. En muchos casos se trata de partidas superfluas que requieren pactos de Estado y una visión de largo plazo”, señala. Como ejemplo, cita los recortes aplicados por Grecia, Italia y Portugal tras los rescates: “Esos casos muestran que abordar el déficit con determinación permite hacer ajustes más progresivos, eficaces y menos traumáticos”. Valera también recuerda que durante años los gobiernos se refugiaron en la política monetaria. “La máquina de imprimir dinero y comprar deuda no puede mantenerse indefinidamente. Solo agrava los desajustes fiscales”, concluye.. Próximas citas. La atención de los inversores está centrada en las próximas reuniones de los principales bancos centrales. Esta semana le toca al BCE, donde no se esperan cambios. La siguiente será la Reserva Federal. Pese a las amenazas de destitución, el mercado cree que Jerome Powell mantendrá su estrategia de esperar y ver cómo evoluciona el escenario arancelario tras el 1 de agosto, fecha en la que expira la actual tregua comercial.. El 31 de julio será el turno del Banco de Japón, que ya ha subido tipos dos veces desde que puso fin a los tipos negativos en 2024. El mercado espera que mantenga el tipo de referencia en el 0,5%, pero estará muy atento a las novedades sobre el balance y las previsiones de inflación. ING anticipa una revisión al alza de estas últimas, lo que podría abrir la puerta a una nueva subida de tipos.. El banco central nipón, conocido como la “ballena” del mercado de deuda por poseer más de la mitad de los bonos soberanos del país, afronta esta decisión en un momento en que los inversores vigilan de cerca el aumento del gasto público. A las dudas globales se suma la incertidumbre interna: en las elecciones del domingo a la Cámara Alta, la coalición gobernante entre el Partido Liberal Democrático (PLD) y Komeito perdió la mayoría, aunque sigue siendo el bloque más grande del Parlamento. Según ING, este resultado podría dar margen a la oposición para impulsar una política fiscal más expansiva.. La ronda de reuniones la cerrará el Banco de Inglaterra. Pese al repunte inesperado de la inflación en junio (3,6% interanual), Julian Schaerer, economista de Julius Baer, prevé un nuevo recorte de tipos de 25 puntos básicos.