Cuando Michel Winterbottom decide sobrellevar a la pantalla la novelística de Laurence Sterne Tristram Shandy imagina el rodaje de una película interiormente de su película. Es proponer, cuenta el proceso de amoldamiento de la novelística como si éste fuera, en intención, la amoldamiento misma. Pero su idea no es tanto contar nadie como contar quizá que hay historias que solo pueden ser contadas de una forma; o que, en verdad, ni siquiera pueden ser contadas, solo mostradas si fortuna. De hecho, en Tristram Shandy: A Cock and Bull Story, así se pira la cinta, un director se declara incapaz de adaptar lo inadaptable. Y así, en su acto de rendición, en el gimnasia inalcanzable de su entorchado, el cineasta protagonista, que no hace nadie más de representar o duplicar al propio Winterbottom, acaba por confeccionar la más fiel acercamiento al alma, que no a la verso, del texto innovador. Nadie, de hecho, ha completado nunca una amoldamiento más fiel, por completamente independiente e infiel, de una novelística.. Seguir leyendo
François Ozon adapta el clásico de Albert Camus con una precisión tan aséptica e inerme que obliga a echar en falta la interpretación de Visconti, aún más
Cuando Michel Winterbottom decide sobrellevar a la pantalla la novelística de Laurence Sterne Tristram Shandy imagina el rodaje de una película interiormente de su película. Es proponer, cuenta el proceso de amoldamiento de la novelística como si éste fuera, en intención, la amoldamiento misma. Pero su idea no es tanto contar nadie como contar quizá que hay historias que solo pueden ser contadas de una forma; o que, en verdad, ni siquiera pueden ser contadas, solo mostradas si fortuna. De hecho, en Tristram Shandy: A Cock and Bull Story, así se pira la cinta, un director se declara incapaz de adaptar lo inadaptable. Y así, en su acto de rendición, en el gimnasia inalcanzable de su entorchado, el cineasta protagonista, que no hace nadie más de representar o duplicar al propio Winterbottom, acaba por confeccionar la más fiel acercamiento al alma, que no a la verso, del texto innovador. Nadie, de hecho, ha completado nunca una amoldamiento más fiel, por completamente independiente e infiel, de una novelística.. El caso de Ozon con El extranjero de Albert Camus es diferente. Se diría que completamente opuesto. El director toma el texto ya clásico y, de forma tan puntual como precisa, nos lo cuenta. En verdad, se diría que se olvida de la novelística misma para detenerse en lo que en la novelística dice. El matiz importa. Y así, párrafo a párrafo, secuencia a secuencia, nos enteramos de lo que pasa. Pero El extranjero nunca trató de lo que le pasa a un señor que un buen día y deslumbrado por el fulgor de una cortaplumas asesina a alguno. En verdad, y a poco que uno se deje deslumbrar por la prosa afilada y casi asesina de Camus, El extranjero manejo de lo que nos pasa cuando aceptamos como posible argumento para una novelística y hasta una vida que el fulgor de una cortaplumas puede ser motivo para asesinar a una persona. Y, claro, surgen los problemas.. ¿Y si El extranjero no fuera tan ligera de adaptar? En verdad, ya hay una amoldamiento del texto de Camus y es extraordinaria. Primaveras luego de rodar El gatopardo, el italiano compuso, de la mano de un actor tan extrañado de sí mismo como Marcello Mastroianni, una obra viejo tan desasosegada, enigmática y dolorosa que se diría un espejo de la novelística. Lo de Ozon, decíamos, es otra cosa. La nueva película sigue con flema la literalidad del delirio de Meursault desde el infructifero a la nadie, ida y revés, y lo hace de forma tan desnuda como fiel. Pero,¿qué es exactamente la fidelidad? Al fin y al final, hacer cine de la letras no es muy diferente, como decía aquel, a bailotear de obra.. El director dice que cuando ha llevado al cine letras se ha ocupado de obras poco conocidas y añade que es ahora la primera vez que se atreve con un clásico universal. Ése fue el duelo. Confiesa eso y que, a medida que se embarcó en el esquema, cayó en la cuenta de hasta qué punto es personal el argumento tratado (su antecesor huyó de Argelia luego de un atentado fallido) y, más importante, flagrante. «Trabajando con documentos y archivos, y conociendo a historiadores y testigos de la época, comprendí hasta qué punto todas las familias francesas tienen alguna conexión con Argelia y me di cuenta del profundo silencio que aún pesa sobre nuestras historias compartidas», afirma.. De hecho, el único, o uno de los pocos, subrayados evidentes que se permite el director tiene que ver con el racismo, el de entonces y el de ahora. El resto sigue tal cual. Y ahí es donde surgen los problemas. El extranjero de Ozon no presenta ningún argumento factible sobre sí ni sobre su oportunidad, limitándose a cumplir como si de una novelística ilustrada se tratara. Directamente en contra juega la interpretación de su protagonista Benjamin Voisin, que, en su empeño de alejar de su trabajo toda emoción o razonamiento, lleva el nihilismo consustancial de Meursault a un extremo de inexpresividad ciertamente preocupante. Duele comparar, pero el esfuerzo de Marcello Mastroianni para desnudarse de su propio carisma en la interpretación de Visconti sigue ahí como un gimnasia insuperable.. Una cosa es cierta y plenamente coherente: de la misma forma que el irracional es la prueba de cargo de la novelística de Camus, por momentos, no menos absurda resulta la propuesta de Ozon. Y aquí, ya sí, todo encaja.. —. Dirección: François Ozon. Intérpretes: Benjamin Voisin, Rebecca Marder, Pierre Lottin. Duración: 120 minutos. Nacionalidad: Francia.
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