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  Economía  El miedo a un accidente mortal en la obra: «Hay días en que temo no volver a casa»
Economía

El miedo a un accidente mortal en la obra: «Hay días en que temo no volver a casa»

12 de octubre de 2025
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Juan Moya se dedica a la conservación de carreteras, una de las áreas más peligrosas del sector de la construcción. «Cuando me levanto, respiro y doy las gracias porque hay días que temo no volver a casa. He visto tantas muertes que hasta me he acostumbrado», explica este albaceteño de 53 años. Una de las últimas muertes se produjo el 20 de agosto. Uno de sus compañeros trabajaba a unos 20 metros de altura. «Estaba en la carretera de Ayna, regulando el tráfico. Se cayó de un muro y murió», explica Moya. Aún es un deceso sin reflejo estadístico, ya que el registro diario de fallecidos del Ministerio de Trabajo llega hasta julio, por lo que tampoco incluye las cuatro muertes por el derrumbe de un edificio el martes en el centro de Madrid. En los siete primeros meses de 2025 han muerto 103 personas, 21 más que un año antes, lo que supone un repunte del 26%. Ninguna otra cosa ha causado tantas muertes.

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Varios empleados de la construcción describen la peligrosidad de su oficio y los siniestros que han vivido o presenciado. El sector emplea al 7% del mercado laboral, pero representa el 14% de las infracciones detectadas por la Inspección.

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Una de las áreas más arriesgadas de la industria de la construcción es Juan Moya, que se dedica a la conservación de carreteras. «Cuando me levanto, respiro y doy las gracias porque hay días que temo no volver a casa. He visto tantas muertes que hasta me he acostumbrado», explica este albaceteño de 53 años. Una de las últimas muertes se produjo el 20 de agosto. Uno de sus compañeros trabajaba a unos 20 metros de altura. «Estaba en la carretera de Ayna, regulando el tráfico. Murió tras caer de un muro, explica Moya. Sigue siendo un deceso sin reflejo estadístico, ya que el registro diario de fallecidos del Ministerio de Trabajo llega hasta julio, por lo que tampoco incluye los cuatro muertos por el derrumbe de un edificio el martes en el centro de Madrid. En los siete primeros meses de 2025 han muerto 103 personas, 21 más que un año antes, un repunte del 26%. En ninguna otra actividad han muerto tantas personas. . Cualquier empleado del gremio conoce casos de muerte o al menos de accidentes graves. Moya, por ejemplo, sufrió el impacto de los plásticos de un coche que salió despedido de un accidente. «Me dio en el muslo y fue como una corbata de toro». Wilson Laura cayó a cuatro metros de altura al ceder un techo de uralita. «Gracias a Dios caí sobre una especie de colchón. Sólo tenía un lujo, tuve mucha suerte», dice esta trabajadora boliviana de 59 años. Entonces se encontraba en una situación irregular, como muchos otros extranjeros dedicados a la construcción. «Los que venimos sin papeles tenemos que llevar muchas cosas y no podemos denunciar al empresario porque perdemos todo lo que tenemos», dice este valenciano. Trabajó 15 años como albañil, diez de ellos sin papeles, para un empresario que apenas le proporcionaba material de seguridad. «Sin guantes». Explica que ha perdido audición por los muchos años que operó con maquinaria muy ruidosa sin protección. Wilson Laura, trabajadora boliviana en situación irregular desde hace varios años. Mònica Torres. Gabriel, paraguayo de 22 años, sigue en situación irregular. «Todo el tiempo tengo sensación de peligro. Si no me ponen unas gafas para protegerme cuando corto una plancha, con el miedo de que el disco de radio se rompa y salga volando hacia ti. Somos de carne y hueso, te destroza», dice, tras rememorar una ocasión en la que casi se electrocuta en el corte. «Me siento mal, muy triste por estar en unas condiciones de trabajo tan malas y cansadas». Gana 70 euros al día. . Hombres y muchos inmigrantes. Todos estos testimonios son de hombres, la mayoría de ellos en la construcción y también en los otros sectores de mayor sinceridad, como el transporte, el campo o la manufactura. De las 351 muertes laborales hasta julio, 333 son hombres. Los hombres son el 88% de los afiliados a la seguridad social de la construcción, una desproporción que se agrava en los oficios de mayor riesgo. Las mujeres sólo representan el 2% de los ocupados y el 15% de los trabajadores. Hay más mujeres en las profesiones más formadas. Siguen siendo una de cada cuatro entre los ingenieros, y hay casi paridad de género entre los arquitectos (51%). Otra particularidad de la construcción es que emplea a muchos más extranjeros que la media de la economía. Es el segundo sector con más afiliados no españoles: son el 20%, sólo por detrás de la hostelería (28%). La diferencia en el origen de los empleados también se aprecia en la mayor concentración de mano de obra extranjera en los empleos menos cualificados, mientras que en las ocupaciones técnicas o de mayor responsabilidad predominan los trabajadores españoles. Como muestra el siguiente gráfico, los peones son el colectivo con mayor presencia de trabajadores extranjeros, con un 39%, seguidos de los albañiles, con un 34%. Por el contrario, las profesiones que requieren una formación más especializada, como los arquitectos y los ingenieros, presentan porcentajes significativamente inferiores, del 13% y el 15%, respectivamente. ¿Por qué se vuelve a señalar lo siniestro? El aumento de las muertes en la construcción parece contracíclico. La teoría dice que la seguridad y la prevención mejoran con el tiempo gracias a los avances tecnológicos y a una mayor concienciación sobre los riesgos laborales, lo que debería reducir el impacto del siniestro. Los últimos datos cambian esa relación. En opinión del secretario general de UGT FICA (rama de industria, construcción y ámbito sindical), Mariano Hoya, esta paradoja se explica porque las empresas han relajado la prevención ante la crisis de acceso a la vivienda. «Hay un principio de negocio, y cuando hay actividad, las empresas van a por ello. Controlan menos los riesgos para ir más rápido». Juan Carlos Soriano, secretario general de CC OO de Hábitat en Madrid, donde se produjo el siniestro del martes, subraya que «falta mucha cultura preventiva». La principal patronal del sector, la Confederación Nacional de la Construcción, afirma en un texto remitido a este periódico que «la mejora de la seguridad y salud en el trabajo es uno de los principales objetivos estratégicos del sector» y «la necesidad de un estricto cumplimiento de la legislación en materia de prevención de riesgos laborales y de seguridad y salud en el trabajo», al tiempo que se comprometen a una «política de tolerancia cero ante cualquier incumplimiento». Estos incumplimientos, según se desprende de los últimos datos de la Inspección de Trabajo, son significativos. Durante 2024, la Inspección realizó 267. 000 actuaciones en el sector de la construcción, que dieron lugar a 76. 500 requerimientos. Es decir, Inspección advirtió de algún problema a corregir en el 29% de sus intervenciones en el sector. Es una proporción mucho mayor que en el resto de la economía, el 20%. Cuando estos requerimientos no se enmiendan se convierten en infracciones, que en la construcción constituyeron 17. 700 en el último año. Son el 14% del total de infracciones impuestas por la Inspección, cuando este sector emplea al 7% de la mano de obra española. Estas infracciones supusieron 85 euros. 4 millones de euros en sanciones por incumplimiento para 51. 000 trabajadores. Cabe destacar que es un sector más vigilado que el resto, ya que Inspección realizó el 23% de sus actuaciones en esta actividad. «Píldora completa». Eladio Atienzar, albañil albaceteño de 53 años, coincide con sus representantes sindicales. Cree que las empresas están aumentando el ritmo de trabajo que imponen a los empleados. «Vamos a toda pastilla. Tengo una gran sensación de riesgo, cada vez más. Ves que la gente no se pone ni el arnés para ir más rápido», explica este trabajador, que al mismo tiempo hace autocrítica: «Tú eres el primero que te pones en riesgo, pero lo asumes porque tienes miedo de las consecuencias, de que si te quejas haya un despido». En uno de sus últimos trabajos se cayó y se hizo un esguince de rodilla, lo que le supuso una baja de tres meses. «Me echaron. Me dijeron que no podían tener a un tío de baja». Rodolfo, colombiano de 32 años, recuerda a un jefe que incluso le hizo llorar: «Fue muy humillante, me metió mucha caña. Yo aguantaba porque tenía a mi familia en Colombia y necesitaban dinero». Eladio Atienzar, este jueves en Albacete ante una obra de teatro. Rubén Serrallé. Este aumento de la presión sobre los empleados se eleva a la centésima potencia a un destacamento. Es cuando se paga una cantidad fija por una tarea concreta, sin tener en cuenta el tiempo que se tarda en hacerla. «Cuando se cobra por los metros que se hacen significa que todo va más rápido y se descuida la seguridad. Para mí eso es el cáncer de la construcción», dice Juan Carlos Criado, un grupo madrileño de 60 años. El aumento del ritmo de trabajo se puede trasladar incluso a desplazamientos, como señala Vicente Moreno, empleado de una cantera de 58 años. «Las empresas intentan por todos los medios no pagar los desplazamientos. Pueden ser muy largas a veces debido al agotamiento que provocan y al mayor riesgo de accidente durante la jornada. Eso multiplica el riesgo de accidentes in itinere». Estos son los siniestros de camino al trabajo, que de enero a julio en la construcción fueron nueve, uno menos que el año pasado. Moreno cree que las empresas más expuestas a los accidentes son las pequeñas, donde a menudo no aprecia representación sindical ni vigilancia de la prevención. «Hay mucho pirateo». Pero como empleado de una gran empresa, advierte de que también hay problemas estructurales en estas compañías: «Creo que las grandes se toman la seguridad muy en serio, pero luego tienen unos cargos intermedios que también tienen prisa». Hoya, responsable de UGT, coincide y añade otro matiz: «Las grandes no construyen, lo subcontratan todo, y son esas pequeñas las que concentran el problema». En el Bernabéu la adjudicación fue a FCC, pero en realidad la obra la hicieron unas mil subcontratas. Allí no llegamos a los sindicatos ni a las medidas de protección». Escasez de mano de obra. Pedro, empleado de la construcción de 46 años, cree que la inseguridad aumenta por otro motivo: la escasez de mano de obra. «Como no encuentran a nadie que quiera trabajar, porque lo mismo se cobra en un supermercado con mucho menos riesgo (unos 2. 320 euros brutos de media al mes, 100 euros menos que la media), entra cualquiera y lo ponen a hacer trabajos que requieren muchos conocimientos». Esto, denuncia Pedro, está elevando la edad media de los trabajadores. Según un reciente estudio del BBVA, el 55% de los trabajadores del sector tiene más de 45 años, cinco puntos más que la media. «Una persona de 60 años no debería estar en un andamio, pero como no hay relevo ni formación la gente lo sigue haciendo, con el riesgo que supone». Para corregir esta situación, los sindicatos han pedido (sin el apoyo de la patronal) adelantar la jubilación en las profesiones más penosas. La reflexión de Pedro es coherente con los datos de la Seguridad Social. Los albañiles destacan por tener una mayor proporción de trabajadores mayores de 44 años (52%), lo que indica una población activa de más edad. Las profesiones técnicas, como arquitectos e ingenieros, muestran una distribución más concentrada en edades intermedias, especialmente entre los 25 y los 39 años, donde se sitúan los porcentajes más elevados (28% y 36% respectivamente). Un entorno peligroso. Más allá de las prisas de los empresarios y la consiguiente falta de prevención o los errores humanos de los trabajadores, la construcción es por naturaleza arriesgada. «El trabajo en sí es peligroso. Hay riesgos constantes, hagas lo que hagas», añade el grupo de 60 años. Si todo se hace bien hay muchos menos accidentes, pero el riesgo cero es una utopía. . Lorenzo, un empleado de conservación de carreteras de 42 años, describe un accidente en estas circunstancias: «Yo viví hace mucho tiempo. Éramos cinco personas en la carretera haciendo un corte móvil. Estábamos sellando]reparación de grietas] y con todas las medidas preventivas bien puestas, aunque bien señalizadas. Un camión, en una línea con buena visibilidad, chocó contra una furgoneta y ésta contra un compañero». Además de la pérdida irreparable, a veces las empresas son reacias a indemnizar a los familiares. Silvia Vázquez, abogada laboralista del Colectivo Ronda, que ha tratado este tipo de casos, indica que es habitual que las empresas hagan lo posible por eludir sus responsabilidades. Incluso cuando se han producido negligencias empresariales manifiestas. «La empresa siempre intenta negar la mayor. No hay dinero para reparar esos daños. Es un momento muy duro para las familias».

 

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