Las metáforas, como es conocido, las carga el diablo. Se sabe donde empiezan, pero, a poco que nos despistemos, acaban por andar solas, sin control y hasta se apropian del mando a distancia. Y ya no hay forma de que nos lo devuelva. Un ejemplo que nos apela a todos es el mismo concepto de tiempo. Uno se imagina el tiempo metafóricamente como una línea recta que va de atrás a adelante en el espacio 2-D que llamamos euclidiano y ya no hay remedio: desde ese momento, el tiempo solo es eso. Da lo mismo lo que diga Einstein, la física cuántica y hasta Nolan en Interestellar. La metáfora, digamos, acaba por apropiarse de cualquier posibilidad de representación, de relato, del espacio mental (esto también es metáfora) y hasta de la cartera.. Seguir leyendo
San Sebastián se despierta de una pesadilla de la mano de una brillante y calculada exhibición de estilo tan espectacular, absorbente y enérgica como (ay, lástima) algo incoherente
Las metáforas, como es conocido, las carga el diablo. Se sabe donde empiezan, pero, a poco que nos despistemos, acaban por andar solas, sin control y hasta se apropian del mando a distancia. Y ya no hay forma de que nos lo devuelva. Un ejemplo que nos apela a todos es el mismo concepto de tiempo. Uno se imagina el tiempo metafóricamente como una línea recta que va de atrás a adelante en el espacio 2-D que llamamos euclidiano y ya no hay remedio: desde ese momento, el tiempo solo es eso. Da lo mismo lo que diga Einstein, la física cuántica y hasta Nolan en Interestellar. La metáfora, digamos, acaba por apropiarse de cualquier posibilidad de representación, de relato, del espacio mental (esto también es metáfora) y hasta de la cartera.. El llanto, por ejemplo, es una película aparentemente de terror. Pero en verdad, como la propia cinta se encarga de verbalizar y subrayar con demasiado empeño, es metáfora. Como si se avergonzara de ser lo que es (un artefacto de precisión que relampaguea en la parte de atrás de la retina del espectador), insiste también en ser otra cosa más profunda, más seria y, admitámoslo, más innecesaria. Se cuenta la historia de un grupo de mujeres encabezado por Ester Expósito, quizá todas las mujeres del mundo, envenenadas, perseguidas y martirizadas por una extraña y muy fea presencia. Es una maldición que navega entre continentes, lo ocupa todo, viene del pasado y, de tanto en tanto, se manifiesta en la forma del llanto que dice el título. Si están pensando en la violencia machista, en efecto, ahí la metáfora.. El debutante Pedro Martín-Calero demuestra no solo dominar su oficio, sino también estar a la última. El controvertido, tan celebrado como defenestrado, Terror Elevado acaba de conquistar a su primera víctima, o una de las más brillantes, en España. Pensemos para situarnos en películas como Babadook (2014), It follows (2014), Hereditary (2018), Midsommar (2019) o Saint Maud (2019). ‘El llanto’ se mueve por la pantalla con ese aire de familia, que en realidad no alcanza la categoría de rasgo de estilo, de esta manera ya no tan nueva (si es que alguna vez lo fue después de John Carpenter) de entender el terror. Como es norma en ese derivado del terror psicológico, la puesta en escena se estiliza hasta adquirir la textura de unos sueños muy reales (los del duermevela) y los terrores que vemos no son más que la materialización, si se quiere gráfica, de un mal más profundo y de todos. Siempre fue así en verdad, pero, ahora, más.. El director deslumbra en su perfecto manejo de los tiempos, en su buen gusto para jugar con lo que se ve y lo que se adivina, en sugerir de la mano de la más impactante de la imágenes. Y hasta ahí, nada que objetar. El llanto es una película desconsolada, bella y, a su manera, magnética en su forma transparente de convocar la repulsión. El problema, que lo hay, es que cualquier historia por muy irreal que se quiera necesita no diremos verosimilitud, pero sí coherencia interna. Externa también, pero sobre todo por dentro. Es decir, hay reglas y hay que respetarlas. Si se mata en unas condiciones y de una manera determinada, no puede ser que la muerte aparezca a la de dios cuando quiera.. Imagen de ‘El llanto’.. Digamos que ése es el principal problema de El llanto, de guion. Luego hay un elemento, si se quiere de pudor. Probablemente, el Festival de San Sebastián aceptó de forma sorprendente una película de terror en su sección a competición porque entendió que no era un entretenimiento de terror de sábado por la tarde. Y, probablemente, El llanto tanto quiso dejar claro que era algo más, que era una de esas metáforas de las que hablábamos al principio, que acaba por decirlo expresamente demasiadas veces. Las buenas metáforas son como la buena coherencia, van por dentro.. Sea como sea, el resultado en una película a voz en cuello con el privilegio de la fascinación. Martín-Calero demuestra una imaginación visual proverbial que, estamos de enhorabuena, ha llegado para esculpir a fuego nuestras retinas. Tremendo. Bienvenido sea.
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