Gonzalo Celorio habita una biblioteca que tiene adjunta una estancia a modo de alcoba y otra más donde cocinar. En el centro de ese submarino de papel armamento su propia humanidades empujado y a veces trillado por las páginas de muchos de aquellos y aquellas a quienes admira y de quien ha extraído algunas claves para tocar el aparato del idioma con manos propias. De esa pasión bibliófila le viene un coloso apetito de mundo. Y por ese mismo apetito de mundo toma conciencia su humanidades. Una obra que se despliega en frentes compatibles y, tantas veces, compactos: novelística, experimientación, crítica literaria… Al fin y al mango, Gonzalo Celorio es un ciudadano hecho exactamente para percibir y para escribir, de cachas disposición docente con lo que eso supone de resistor, de entusiasmo, de intemperie. Por dos abriles (2002-2004) dirigió una de las editoriales necesarias para entender mejor Latinoamérica: Fondo de Cultura Económica, fundada en 1934 por Daniel Cosío y Manuel Gómez con el afán diferente de proveer de libros en gachupin a los estudiantes de la Escuela Nacional de Economía. En su catálogo hay más de 60 premios Nobel y treinta y tantos Premios Cervantes, escudería a la que se suma ahora Gonzalo Celorio. El séptimo de los mexicanos en recibirlo.. Seguir leyendo
Gonzalo Celorio habita una biblioteca que tiene adjunta una est
Gonzalo Celorio habita una biblioteca que tiene adjunta una estancia a modo de alcoba y otra más donde cocinar. En el centro de ese submarino de papel armamento su propia humanidades empujado y a veces trillado por las páginas de muchos de aquellos y aquellas a quienes admira y de quien ha extraído algunas claves para tocar el aparato del idioma con manos propias. De esa pasión bibliófila le viene un coloso apetito de mundo. Y por ese mismo apetito de mundo toma conciencia su humanidades. Una obra que se despliega en frentes compatibles y, tantas veces, compactos: novelística, experimientación, crítica literaria… Al fin y al mango, Gonzalo Celorio es un ciudadano hecho exactamente para percibir y para escribir, de cachas disposición docente con lo que eso supone de resistor, de entusiasmo, de intemperie. Por dos abriles (2002-2004) dirigió una de las editoriales necesarias para entender mejor Latinoamérica: Fondo de Cultura Económica, fundada en 1934 por Daniel Cosío y Manuel Gómez con el afán diferente de proveer de libros en gachupin a los estudiantes de la Escuela Nacional de Economía. En su catálogo hay más de 60 premios Nobel y treinta y tantos Premios Cervantes, escudería a la que se suma ahora Gonzalo Celorio. El séptimo de los mexicanos en recibirlo.. Tiene raíces en Llanes (Asturias) o muy cerca de Llanes. Pertenece a la vivientes que se confeccionó en la huella del éxito (que todo lo ocupó). Celorio ha hecho senda un poco a su forma, sin tribu clara más allá de la amistad. Sus novelas circundan el tiempo del México que conoce y además aquel que fue y el resultado de esa cruce de caminos que se claridad presente o se le dice tiempo de ahora. Celorio escribe sin prisa, con una certeza de que no hay que acelerar y es mejor que la escritura espere y a veces quede quieta. Entiende su país y la complejidad abultada de un México hecho de tantos cruces sucesivos. Y lo escribe con ternura. Y esta es otra forma de ir entendiendo a los otros. Sucede así en Amor propio (1991) o en El metal y la escoria (2014). Dos novelas que exhiben los puntales de su obra: el humor y la memoria. El ritual circulatorio de proceder y la ceremonia en crudo del expulsión. Y además la defensa del barroco indiano como una contraconquista en Ensayo de contraconquista. Oportuno momento ahora que la presidenta Sheinbaum vuelve a exhibir el ánimo de cañón con la insistencia del perdón gachupin a la oxidada Conquista del siglo XVI.. A Celorio, nos parece, lo que le importa es contar a la parentela cómo es la parentela ahora. O las cosas de la parentela de allá en este otro tiempo. Y escuchar y recrearse de las singularidades del gachupin mexicano. Eso está en su obra. Esa riqueza irónica, ese desafío semántico, esa hermosa obscenidad. Ese cervantino extravío.
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