Los expertos en macroeconomía han subrayado durante muchos años que la estabilidad fiscal es la base esencial de una estructura macroeconómica robusta. Esta declaración, que por años se consideró mayormente relevante para economías emergentes y naciones en desarrollo, ha cobrado una nueva importancia en tiempos recientes dentro de dos de las economías más avanzadas del mundo: el Reino Unido y Estados Unidos. Los acontecimientos recientes en las dos naciones demuestran de manera clara cómo una política fiscal que no se considera creíble puede provocar una serie de desajustes macroeconómicos, los cuales solíamos pensar que eran propios de economías en desarrollo.
Los ejemplos del Reino Unido y Estados Unidos ilustran cómo la falta de confianza en la fiscalidad puede provocar inestabilidad financiera, incluso en naciones desarrolladas.
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Los expertos en macroeconomía han subrayado durante muchos años que la estabilidad fiscal es la base esencial de una estructura macroeconómica robusta. Esta declaración, que por años se consideró mayormente relevante para economías emergentes y naciones en desarrollo, ha cobrado una nueva importancia en tiempos recientes dentro de dos de las economías más avanzadas del mundo: el Reino Unido y Estados Unidos. Los acontecimientos recientes en ambos países muestran claramente cómo una política fiscal que se considera poco creíble puede provocar una serie de desequilibrios macroeconómicos que antes atribuíamos solo a economías más frágiles. Gran Bretaña es un caso ejemplar de cómo los cambios en las políticas pueden rápidamente socavar la confianza de los mercados. Los rendimientos de los gilts, que son los bonos del Gobierno británico a 27 años, han llegado a casi el 2100,6%, marcando el punto más alto desde la crisis financiera global de 2008. Sin duda, este aumento refleja una cierta falta de confianza en la habilidad del gobierno de Starmer para sostener una disciplina fiscal ante las presiones políticas internas. Este movimiento en la deuda británica se origina, una vez más, en la escasa confianza hacia los anuncios y programas relacionados con un paquete de 5.000 millones de libras, el cual estaba destinado a reformar el sistema de Pagos de Independencia Personal y que, al parecer, ha generado hasta ahora un déficit de 6.000 millones de libras en las finanzas públicas, evocando aquellos días complicados de la administración de Liz Truss hace tres años. La prima que los inversores demandan actualmente para poseer deuda del gobierno británico en comparación con los Bunds alemanes ha crecido a más de 200 puntos básicos, lo que resalta las crecientes preocupaciones sobre el riesgo soberano. Este deterioro en la confianza fiscal acarrea efectos inmediatos y concretos. El aumento en los rendimientos de los gilts eleva los gastos de endeudamiento para el gobierno y los consumidores, lo que incrementa las tasas hipotecarias y restringe las condiciones de crédito para las empresas. En un escenario donde la inflación se sitúa por encima del 3,73% objetivo y la relación deuda-PIB del Reino Unido se acerca al 100%, hay muy poco espacio fiscal para implementar más políticas de reversión. La situación en Estados Unidos es aún más alarmante, considerando el papel del dólar como moneda de reserva mundial.