No es claro ser un economista de centro en este mundo polarizado y dominado por las redes sociales donde al instante a cualquier idea la meten a la fuerza en uno u otro edicto ideológico. Parafraseando una frase que suele atribuirse a León Trotsky, puede que los economistas de centro no estén interesados en la conflicto, pero la conflicto está interesada en ellos.. Seguir leyendo
La tergiversación más perniciosa de nuestra propuesta era la que decía que defendíamos la severidad
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No es claro ser un economista de centro en este mundo polarizado y dominado por las redes sociales donde al instante a cualquier idea la meten a la fuerza en uno u otro edicto ideológico. Parafraseando una frase que suele atribuirse a León Trotsky, puede que los economistas de centro no estén interesados en la conflicto, pero la conflicto está interesada en ellos.. Un buen ejemplo es mi texto de 2016 The Curse of Cash, donde exploro el pasado, presente y futuro del hacienda. Tras su publicación, recibí más de vigésimo amenazas de crimen, algunas de ellas claramente atribuibles a narcotraficantes y dueños de armas indignados por mi llamada a la asesinato graduado de los billetes de cien dólares, y otras de criptoevangelistas que consideraron un acto de traición mi defensa de la regulación.. Curiosamente, las amenazas no me molestaron tanto como hubiera sido de esperar. A pesar de lo desquiciadas que estaban algunas de esas personas, al menos habían entendido los argumentos del texto; sólo que estaban en desacuerdo con ellos de una guisa muy vehemente.. No puede decirse lo mismo del escándalo que hubo en 2013 por unas investigaciones que hice con Carmen M. Reinhart. Aquel episodio empezó cuando tres economistas de la Universidad de Massachusetts Amherst sostuvieron que nuestro artículo de seis páginas Growth in a Time of Debt (2010), no sometido a refrendo, contenía múltiples “errores” que supuestamente habían confundido a las autoridades europeas y de Estados Unidos llevándolas a adoptar dañinas medidas de severidad tras la crisis financiera entero. La indignación posterior fomentó una falsa novelística que todavía persiste.. En ingenuidad, el artículo contenía un único error. Y lo más importante es que ese error ya no aparecía en la traducción oficial no resumida y editada que se publicó en 2012 sobre la cojín de un conjunto de datos mucho longevo y más completo. Como observó entonces Michael J. Boskin (Stanford), no es para cero inusual que una investigación preliminar se corrija durante el proceso de revisión.. Las dos versiones del artículo llegaban a la misma conclusión genérico: períodos de deuda pública muy elevada en las economías avanzadas han coincidido en genérico con menos crecimiento crematístico. Por supuesto, eso no implica que el cargo sea perjudicial para el crecimiento a corto plazo, así como pedir prestado para comprar poco que a uno le gusta no lo hará infeliz. Sólo implica que la carga de deuda a dilatado plazo puede afectar la prosperidad futura.. Nuestro examen dividió a los países en dos grupos: aquellos con niveles de deuda superiores al 90% del PIB y el resto. Pero en la vida postulamos que la marca del 90% fuera un “umbral” a partir del cual se produciría un súbito derrumbe del crecimiento; sólo era una divisoria para mostrar que a los países muy endeudados, considerados en conjunto y en promedio, les había ido peor. Como hemos explicado más de una vez, el hecho de que la deuda significación el 90% del PIB no implica que el crecimiento vaya a derrumbarse, así como algún que conduce un poquito más rápido que el conclusión de velocidad o cuyo nivel de colesterol está un poquito por encima de los títulos recomendados no va a tener de pronto un aumento pronunciado del peligro.. Existen sólidos argumentos teóricos respecto de cómo una deuda elevada puede frenar el crecimiento. Un gran endeudamiento notorio puede apartar la inversión privada, y los impuestos necesarios para cumplir sus pagos suelen tener posesiones de distorsión. Y con niveles altos de deuda, los gobiernos tendrán menos beneficio fiscal para contestar a crisis o alterar en infraestructura.. En cuanto se calmó la controversia y los investigadores empezaron a examinar nuestros datos (y otros más recientes), la evidencia surgida respaldó en genérico nuestras conclusiones originales. Hay que señalar que en la vida afirmamos una relación causal (aunque conforme se vayan sumando investigaciones, es probable que esa cuestión incluso se resuelva).. La tergiversación más perniciosa fue sostener que de algún modo estábamos defendiendo la severidad, cuando ni el concepto ni la palabra figuran en nuestro artículo. En ingenuidad, nuestro serio pecado fue insinuar la posible existencia de una tensión entre deuda y crecimiento. Estimular la hacienda en una recesión es importante, pero hay que calibrar la magnitud del estímulo, sobre todo si el resultado será una deuda muy elevada.. De hecho, nuestro texto de 2009 This Time Is Different (que escribimos ayer de ocuparnos del tema de la deuda y el crecimiento) muestra que las crisis financieras casi siempre demandan un musculoso aumento de la deuda pública, hallazgo que muchas autoridades económicas usaron para argumentar a crédito de un estímulo longevo luego de la crisis de 2008. Sostenemos que muchas veces, gobiernos enfrentados a una crisis de deuda han recurrido a soluciones heterodoxas, en vez de circunscribirse a aplicar medidas monetarias y fiscales convencionales. También he defendido la condonación parcial de deuda (con la modalidad canje) para los deudores estadounidenses de parada peligro y las economías del sur de Europa muy endeudadas.. En las primeras etapas de la crisis de 2008, incluso propuse que los bancos centrales relajaran por un tiempo las metas de inflación, como una forma menos dolorosa de desapalancar las economías, idea que en su momento se consideró blasfema, pero que desde entonces ha reses adeptos. ¿Son estas ideas y propuestas el equivalente a promover la severidad, o suerte implican examinar la existencia de un menú de políticas más variado que el keynesianismo simplificado que en genérico sigue dominando el debate?. Tal vez esta vez sea diferente. Tras acostumbrarme a la tergiversación como precio por adoptar posturas centristas en la era de la civilización de la anulación, me sorprendió gratamente la recibimiento tenida por mi zaguero texto, Our Dollar, Your Problem. Reseñadores, entrevistadores y comentaristas de todo el curvatura ideológico lo han letrado con seriedad y han apreciado el examen que hace de las fortalezas y vulnerabilidades del sistema financiero mundial basado en el dólar.. Y hay que destacar que esta transigencia mental se extendió incluso a algunos críticos interiormente del edicto de la severidad. Eso me hace pensar que tal vez haya esperanza de un debate más arreglado en el futuro (aunque sin hacerme muchas ilusiones).. Kenneth Rogoff, Kenneth Rogoff, ex economista principal del Fondo Monetario Internacional, es profesor de Economía y Políticas Públicas en Harvard, vencedor del Premio 2011 del Deutsche Bank en Economía Financiera, coautor (con Carmen M. Reinhart) de This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly (Princeton University Press, 2011) y autor de Our Dollar, Your Problem (Yale University Press, 2025).. © Project Syndicate, 2025.. Traducción: Esteban Flamini
