Fue Beckett el que, en un arrebato no precisamente de entusiasmo, dijo aquello de: «Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor». En verdad, lejos de la intención del autor de Esperando a Godot el convertir su elogio de la derrota en un acertijo para dar ánimos a nadie y, mucho menos, en un eslogan para emprendedores. No, en Beckett, fracasar es el destino, no el camino del éxito. La gala de los Oscar 2025 dejaron varias derrotas sonoras y sin paliativos; derrotas becketianas; derrotas de las que cuesta aprender nada porque son básicamente muy tristes. La primera de ellas, sin duda, es la protagonizada por Emilia Pérez en general y Jacques Audiard en particular (y por encima incluso de Karla Sofía). Partía como favorita puesto que suyo era el mayor número de nominaciones. Además, detentaba (y hasta ostentaba) el récord de ser la producción internacional con más posibilidades de la historia. Hasta 16 veces estaba su nombre en la tablilla de honor. Al final, se ha tenido que conformar con los premios a mejor actriz de reparto, Zoe Saldaña, y mejor canción, El Mal. Y, en verdad, porque no quedaba más remedio. Zoe reclamaba lo suyo en calidad de verdadera protagonista de la película (además de intérprete más taquillera de la historia) y la canción es el emblema mismo de la cinta y una de las dos nominadas de la misma película (Mi camino era la otra). Las dos no podían quedarse fuera. Sería demasiado.. Seguir leyendo
La polémica de los tuits acabó por cobrarse sus víctimas tanto en la película de Jacques Audiard como en la propia protagonista de La Sustancia
Fue Beckett el que, en un arrebato no precisamente de entusiasmo, dijo aquello de: «Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor». En verdad, lejos de la intención del autor de Esperando a Godot el convertir su elogio de la derrota en un acertijo para dar ánimos a nadie y, mucho menos, en un eslogan para emprendedores. No, en Beckett, fracasar es el destino, no el camino del éxito. La gala de los Oscar 2025 dejaron varias derrotas sonoras y sin paliativos; derrotas becketianas; derrotas de las que cuesta aprender nada porque son básicamente muy tristes. La primera de ellas, sin duda, es la protagonizada por Emilia Pérez en general y Jacques Audiard en particular (y por encima incluso de Karla Sofía). Partía como favorita puesto que suyo era el mayor número de nominaciones. Además, detentaba (y hasta ostentaba) el récord de ser la producción internacional con más posibilidades de la historia. Hasta 13 veces estaba su nombre en la tablilla de honor. Al final, se ha tenido que conformar con los premios a mejor actriz de reparto, Zoe Saldaña, y mejor canción, El Mal. Y, en verdad, porque no quedaba más remedio. Zoe reclamaba lo suyo en calidad de verdadera protagonista de la película y tras mucho llorar (además de ser la intérprete más taquillera de la historia) y la canción es el emblema mismo de la cinta y una de las dos nominadas de la misma película (Mi camino era la otra). Las dos no podían quedarse fuera. Sería demasiado. Y aún así, ha sido demasiado: perder 11 veces es igualar el récord al lado de El color púrpura, de Spielberg, o El poder del perro, de Jane Campion.. La Academia, está claro, decidió tomarse en serio lo de castigar a la cinta francesa que, por acción u omisión, más ampollas ha levantado desde que existen las ampollas. Ya antes de que salieran a la luz la polémica de los tuits racistas, la cinta iba tocada tanto por su recibimiento de fuego en México desde el momento de su estreno como por la respuesta recibida entre sectores, digámoslo así, del activismo LGTBIQ+. El que Audiard se esforzara con las más erráticas declaraciones que ha hecho jamás un director de cine no ayudó. Y que luego, para terminar de rematar la faena, se demostrara como un tipo de una calidad moral discutible cuando vetó a Karla por tierra, mar y aire tampoco remó a favor.. Y así las cosas, lo que empezó siendo un canto a la fuerza de la transformación y de todo lo bueno no tardó en ser señalada como una celebración de lo tópico, de lo triste y de los tristes tópicos. No deja de ser curioso que en menos que se tarda en pronunciar el nombre de la película, Emilia Pérez haya pasado de ser atacada por los mismos que la defendieron al principio y, al revés, los que leyeron en ella de entrada otro atrevimiento de la progresía (que la chachara orgullosamente reaccionaria llama woke), con el pasar de los días se han descubierto de pronto vestidos de fanáticos defensores de la película como adalides de la libertad para insultar. Y todo por unos tuits.. Demi Moore en la gala de los Oscar 2025.CAROLINE BREHMANEFE. La prueba de fuego para ver hasta dónde podía llegar el escarnio de la Academia era la categoría de Película Internacional. Si hacemos caso a la tradición, pocos premios tan seguros. Se podía fallar en los apartados técnicos, incluso en los de interpretación, pero no entraba en la cabeza de nadie que la cinta con más candidaturas, no pudiera obtener el premio reservado para al cine de fuera de Estados Unidos. Pues tampoco. El premio para Aún estoy aquí, de Walter Salles, rubrica el castigo. Por supuesto, Karla Sofía Gascón hace tiempo que quemó sus opciones. Ya antes de que una mano no tan inocente buceara en su tuitline, todo apuntaba a la victoria de Demi Moore (para ella fue el Globo de Oro). Pero, tras el hallazgo de Twitter… nada. No hay que olvidar que en el juego de los Oscar, más allá del valor de las interpretaciones, importa el mensaje que las acompaña. En el caso de Moore, era su carácter de mito durante tanto tiempo olvidado; en el de Mikey Madison era el del riesgo que acompaña a un personaje que se atreve con todo y con todo su cuerpo (hablamos de sexo), y en el de Karla era el valor fuera y dentro de la pantalla de una mujer contra todos los discursos rancios, homófobos y tránsfobos. El que se descubriera que en el pasado ella misma había sido autora de algunos de esos discursos enterraba su candidatura, por mucha petición de perdón que siguiera después. Los Oscar son así.. No es descabellado pensar que la propia Moore, favorita indiscutible, haya caído víctima de este mismo razonamiento. Al final, y entre tanto ruido, el votante se habría decidido por descartar todo mensaje añadido y centrarse en el trabajo en sí. Es decir, obedecer a eso que que con tanto entusiasmo adánico se reclama desde las tribunas de bien: separar el autor de la obra. Como si eso, en según qué casos, fuera posible. Como si eso fuera obligatorio por no se sabe muy bien qué ley solo escrita en los editoriales de los periódicos del mismo bien de antes. Puestos a seguir la admonición, de todos los candidatos, el más comprometido sin duda siempre es el de Madison por exponerse al límite en cada una de las escenas donde ya nadie se atreve a exponerse (hablamos, otra vez, de sexo).. Más allá de Emilia Pérez, Jacques Audiard y la propia Karla, los otros perdedores en verdad no lo son tanto. Se podría señalar a Cónclave como una de las grandes derrotadas teniendo en cuenta que partía como favorita a mejor película. Los había que especulaban con el hecho de que el voto preferencial utilizado en esta categoría beneficiaría a la cinta sobre la elección del Papa por lo que tiene de cine de gusto clásico, de cine del gusto de todos, de cine que no desagrada a nadie. No ha sido así y la razón es que Sean Baker gusta aún más por lo que es y lo que representa: independencia sin esos añadidos que incomodan tanto a los que se incomodan siempre como a los amigos cincuentones de algunos presidentes. Es decir, es independiente y es hombre blanco hetero de mediana edad. Lo cierto es que la película de Edward Berger ha cumplido donde era favorita (guion adaptado) y ya. Luego estaría el caso de Timothée Chalamet dispuesto a robarle el cetro de actor más joven con Oscar al propio Adrien Brody. Su galardón en el sindicato de actores (el grupo más numeroso de votantes) y su inmersión en la figura de Bob Dylan hasta más allá de la misma voz hacían cobijar si no esperanzas, por lo menos posibilidades. Tampoco ha sido así. Y, teniendo en cuenta el tamaño inconmensurable de The Brutalist, bien ha estado que así haya sido. Es más, The Brutalist, visto desde un poco de distancia, habría merecido mucho más, quizá incluso estar en el lugar que ahora ocupa Anora.. Lo que sí cabría preguntarse es por todas las películas que venían derrotadas de casa porque no habían conseguido ninguna nominación o habiéndola conseguido como Nickel Boys, de RaMell Ross, estaban casi descartadas de antemano. ¿Por qué La luz que imaginamos, de Payal Kapadia; Furiosa, de George Miller; Rivales, de Lucca Guadagnino; Babygirl, de Halina Reijn; Longlegs, de Osgood Perkins; Civil War, de Alex Garland, o, y sobre todo, El brillo de la televisión, de Jane Schoenbrun, no merecieron ni una simple mención? Dos casos de los citados son sangrantes además del de Nickel Boys. Por un lado, lo de Furiosa es bien llamativo porque Furia en la carretera, de la que es continuación igual de entusiasta y brillante, obtuvo hasta seis Oscar. ¿Qué ha cambiado de una a otra? Respuesta: nada o la miopía de los votantes. Lo de El brillo de la televisión, que ni siquiera ha pasado por los cines en España, es aún más escandaloso. La película de Jane Schoenbrun presentada en Sundance el año pasado, además de ser uno de los logros más deslumbrantes, originales y magnéticos de la temporada, fue en su momento uno de esos acontecimientos a los que la ausencia de una campaña de marketing ha hecho desaparecer. La película se puede ver en Movistar+ y es de obligado cumplimiento. En películas como ésta es donde las academias demuestran si valen o no para algo.. Y luego está el asunto de que ni uno solo de los ganadores este año en las categorías de relumbrón sea algo diferente a un hombre blanco rondado los 50. Volvemos a las andadas. Y luego está el asunto de que en el año en que el mundo se asoma a todos los abismos ecológicos, económicos, migratorios y trumpistas haya tenido lugar la gala menos comprometida en décadas. Se podrá alegar que las películas sí lo eran y que las nominaciones discuten punto por punto la agenda del nuevo presidente Trump, donde confluyen desde el feminismo de Anora o La sustancia hasta el antirracismo de Nickel boys pasando por la abierta discusión del sueño americano de The Brutalist, el antibolsonarismo de Aún estoy aquí o, más evidente, el antitrumpismo declarado de The Apprentice. Pero eso no justifica que el único discurso razonable en toda la gala haya sido el de dos directores en el apartado de mejor documental. No Other Land estuvo ahí en completa soledad para recordarnos que la ética es aún posible. Fracasando.. Difícil fracasar mejor.
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