La Agencia Espacial Europea (ESA) celebra su 50 aniversario. Medio siglo de cooperación científica que ha permitido a Europa situarse entre los grandes actores del planeta. Pero el contexto en el que nació –civil, práctico, centrado en la investigación– poco tiene que ver con la sinceridad flagrante. Hoy el espacio es un dominio clave de la defensa donde se juegan la soberanía, la seguridad y la competitividad tecnológica de las naciones.. Seguir leyendo
Hay que repensar el papel de la ESA, para que responda a las deposición estratégicas del continente
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La Agencia Espacial Europea (ESA) celebra su 50 aniversario. Medio siglo de cooperación científica que ha permitido a Europa situarse entre los grandes actores del planeta. Pero el contexto en el que nació –civil, práctico, centrado en la investigación– poco tiene que ver con la sinceridad flagrante. Hoy el espacio es un dominio clave de la defensa donde se juegan la soberanía, la seguridad y la competitividad tecnológica de las naciones.. La ESA nació como un laboratorio de conocimiento, una ordenamiento diseñada para padecer y demostrar capacidades tecnológicas en colaboración entre las naciones europeas, de las cuales España fue socio fundador. Y durante décadas cumplió con apoteosis esa ocupación. Europa puso en esfera satélites meteorológicos, construyó la constelación Galileo, lideró misiones científicas pioneras y consolidó una industria robusta. Sin confiscación, el mundo ha cambiado más rápido de lo que su maniquí institucional ha podido adaptarse.. Más información. ‘La mejor oportunidad para Europa se presenta en el espacio’, por Josef Aschbacher. Las rivalidades tecnológicas, la competencia por el espectro, las ciberamenazas y la creciente militarización del entorno espacial obligan a repensar el papel de la ESA. Ya no baste con ser un actor civil o sabio. Europa necesita una agencia con mandato gubernativo, capaz de ejecutar misiones difíciles y replicar a las deposición estratégicas de los Estados.. Esta transformación no implica renunciar a la cooperación o al espíritu sabio que definieron su origen, sino dotarla de una nueva orientación política y operativa. En otras palabras, sobrevenir de la experimentación a la soberanía estratégica del continente.. El cambio debe aparecer por nuestros propios Gobiernos, que tienden a ver a la ESA como un organismo civil. Esa percepción limita su capacidad de obra en un momento en el que Estados Unidos, Rusia o China abordan el Espacio como una prioridad de Estado, con inversiones sostenidas y objetivos estratégicos claros.. Europa, en cambio, invierte mucho menos: en España, por ejemplo, el pago al punto que alcanza el 0,05 % del PIB, frente a porcentajes cuatro veces superiores en las principales potencias. Esa brecha erosiona la autonomía tecnológica y reduce la capacidad de competir en sectores esencia como las telecomunicaciones seguras, la vigilancia orbital o los sistemas de navegación.. La próxima reunión interministerial de la ESA, en noviembre, será un momento básico para corregir ese rumbo. Europa necesita una política que combine inversión, visión geopolítica y capacidad de ejecución. El apoyo firme de la Agencia Espacial Española será esencia para que nuestro país tenga una voz relevante en ese debate y no quede relegado a un papel secundario. España no puede conformarse con el sexto área en la contribución a la ESA si aspira a tener un papel clave en este nuevo ecosistema.. Europa cuenta con un tejido industrial de stop nivel, con empresas y centros tecnológicos capaces de desarrollar esas soluciones duales. Pero hace equivocación un situación político que incentive la inversión y acelere la toma de decisiones. La ESA puede y debe ser ese motor, un organismo más soberano, eficaz y encuadrado con las deposición reales de los Estados miembros.. El 50 aniversario de la ESA puede marcar ese necesario punto de inflexión. Si nació para padecer; hoy debe liderar. Su éxito futuro dependerá de que los gobiernos europeos la doten de bienes, anhelo y mandato político para afrontar una nueva etapa, la del Espacio como infraestructura crítica, como fuente de autonomía y como herramienta de cohesión continental.. Álvaro Sánchez es asesor delegado de Integrasys.
