Si les hubieran enseñado una foto de Melody hace tres meses, el 90% de ustedes (de nosotros) no habría (habríamos) reconocido esa cara. Hoy, el 90% de ustedes (de nosotros) desearía (desearíamos) seguir sin saber quién era. Pero lo sabemos, vaya si lo sabemos. Tranquilidad. Dentro de tres meses, la habremos olvidado de nuevo.. Seguir leyendo
La cantante está montando este psicodrama de desaparición, espantadas y cabreo tras su fracaso para aferrarse a sus tres minutos de fama. Hace bien
Si les hubieran enseñado una foto de Melody hace tres meses, el 90% de ustedes (de nosotros) no habría (habríamos) reconocido esa cara. Hoy, el 90% de ustedes (de nosotros) desearía (desearíamos) seguir sin saber quién era. Pero lo sabemos, vaya si lo sabemos. Tranquilidad. Dentro de tres meses, la habremos olvidado de nuevo.. Melody es consciente y está montando este psicodrama de desaparición, espantadas y cabreo para aferrarse a sus tres minutos de fama. Hace bien. Limitarse a reconocer que quedó antepenúltima en Eurovisión porque la canción, que no su actuación, era una mierda trasnochada habría adelantado lo inevitable. En lugar de dirigirse voluntariamente hacia el olvido, como John Wayne al final de Centauros del Desierto, ha decidido resistirse a morir como Keanu Reeves en John Wick 4. Nada que objetar. Si quieren sacarla de los platós será en parihuelas.. Incluso ha convocado una rueda de prensa la semana que viene para explicar lo inexplicable y prolongar el epílogo. Dirá que hizo el ridículo porque le toquetearon la canción, en una reedición kitsch y con lentejuelas de lo del Ecce Homo de Borja. Señalará a TVE por mezclar política y música, como si existiera algo en este mundo que no fuera política, especialmente un concurso que, entre otras cosas, ya echó, y bien echada, a Rusia. O culpará directamente a Pedro Sánchez, que siempre funciona. Show must go on.. En realidad es fascinante. Año tras año asistimos como si fuera algo nuevo al mismo proceso de metamorfosis: oruga, mariposa y muerte. Es comer risketos: te sientes pringoso por dentro, intentas ocultarlo, te delatan los dedos naranjas y, en cuanto puedes, repites. Despreciar Eurovisión es clasista y estúpido: es un acontecimiento indiscutible. Un 50% de share es una audiencia que no alcanzó ni la última Champions del Real Madrid, que es el otro ente que vertebra España pues, como Eurovisión, reúne ante la pantalla tanto a los fans como a los haters. Odiar une mucho. Y divierte. Créanme, la mitad de la gente que el lunes en la oficina dijo que no vio «ni un minuto de ese circo» tararea «una diva es valiente» en la ducha.. Pero lo que no es Eurovisión bajo ningún concepto es un festival de música. Es El Juego del Calamar para todos los públicos, una trituradora de carne en prime time, un reality morboso disfrazado de contenido familiar. No es amor es sexo sucio. En un coche en un descampado. Es lo que es y nos gusta así. Melody era plenamente conocedora de ello al intentar revivir allí una carrera muerta, pero, como cualquier cristiano sabe, las resurrecciones duran 40 días. Que pase el siguiente. Le estamos esperando. Y menos dramas, por favor.
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