La reciente novela de José María Guelbenzu, Una gota de afecto (Siruela, 2025), sugiere casi de manera abierta que el autor se despide de sus lectores a través de esta obra, aunque sin intentar buscar una reconciliación o agradar. El estilo de la prosa es poético y deliberadamente fuera de su tiempo, con un paisaje casi gótico y personajes atrapados en un entorno cerrado, además de familias tensas y claustrofóbicas. En las páginas finales de la obra de Guelbenzu, el personaje que el público podría haber asociado con el autor (debido a su edad, trayectoria profesional y clase social) se muestra como un huérfano sin salida, que busca afecto y se dirige hacia la autodestrucción de su deseo. Varios meses después del lanzamiento de ese libro, Guelbenzu ha fallecido a la edad de 81 años.
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La novela final de José María Guelbenzu, titulada «Una gota de afecto» (Siruela, 2010), indicaba de manera casi directa que el autor se estaba despidiendo de su público, aunque no con la intención de buscar reconciliación ni agradarles. El estilo de la prosa es poético y deliberadamente fuera de su tiempo, con un paisaje casi gótico y personajes atrapados en un entorno cerrado, además de familias tensas y claustrofóbicas. En las páginas finales de la obra de Guelbenzu, el personaje que el público podría haber asociado con el autor (debido a su edad, trayectoria profesional y clase social) se muestra como un huérfano sin salida, que busca afecto y se dirige hacia la autodestrucción de su deseo. Varios meses tras la publicación de ese libro, Guelbenzu falleció a los 81 años. Su carrera en la literatura fue extensa, pero su labor como escritor estuvo bajo la sombra de su trabajo profesional durante muchos años. Guelbenzu recibió su formación en Madrid con los jesuitas, realizó estudios de Derecho y comenzó a laborar en la revista Cuadernos para el Diálogo, que reunió a la oposición al franquismo que no se identificaba con el marxismo. Guelbenzu hizo la transición del periodismo a la edición. En el año 1970, ya estaba empleado en Taurus. Comenzó a dirigir el sello en 1977 y en 1982 asumió la dirección de Alfaguara. Desde los años 60, Guelbenzu había explorado la escritura de novelas.
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