Cuenta una leyenda que antes de que los portugueses llegasen a Brasil, cuando Belém do Pará era todavía Mairi, la escasez de alimento amenazó una tribu tupí. Había poca comida para cada vez más bocas, así que el jefe decidió sacrificar a todos los bebés que naciesen desde ese momento, y la niña a la que dio a luz su hija Iaça no fue una excepción. A partir de aquí, la historia se desdobla en versiones en las que los detalles cambian, pero el trasfondo permanece. Unas cuentan que, una noche, la joven madre oyó el llanto de su pequeña y lo siguió hasta verla al pie de una palmera, y que cuando fue a abrazarla, desapareció. Ya con la luz del día, la tribu encontró a Iaça muerta, rodeando el tronco y mirando al alto, a los frutos redondos, y negros como sus ojos, que colgaban del árbol. El jefe, viendo en aquellas bayas una respuesta divina, las bautizó con el nombre de su hija invertido: açaí.. Seguir leyendo
La demanda de comida sana dispara el consumo de este fruto e impulsa los ingresos del grupo brasileño
Feed MRSS-S Noticias
Cuenta una leyenda que antes de que los portugueses llegasen a Brasil, cuando Belém do Pará era todavía Mairi, la escasez de alimento amenazó una tribu tupí. Había poca comida para cada vez más bocas, así que el jefe decidió sacrificar a todos los bebés que naciesen desde ese momento, y la niña a la que dio a luz su hija Iaça no fue una excepción. A partir de aquí, la historia se desdobla en versiones en las que los detalles cambian, pero el trasfondo permanece. Unas cuentan que, una noche, la joven madre oyó el llanto de su pequeña y lo siguió hasta verla al pie de una palmera, y que cuando fue a abrazarla, desapareció. Ya con la luz del día, la tribu encontró a Iaça muerta, rodeando el tronco y mirando al alto, a los frutos redondos, y negros como sus ojos, que colgaban del árbol. El jefe, viendo en aquellas bayas una respuesta divina, las bautizó con el nombre de su hija invertido: açaí.. En este alimento que salvó del hambre a los tupís también encontró cierta salvación, aunque profesional, Georgios Frangulis en un momento en el que no sabía muy bien qué hacer con su vida. Tras estudiar Derecho en su Brasil natal y que su experiencia en el mercado inmobiliario en Miami no saliera como pensaba, se mudó a California, donde veía a gente hacer cola para comprar un bol de açaí a precio de oro que, dice, era el peor que había probado. “Me dije: vale, puede que aquí haya una oportunidad porque veo que esta moda de la comida sana ya no es una moda, es la base de cómo la gente quiere comer a diario”, cuenta por videollamada. Así, en diciembre de 2016, abrió las puertas en São Paulo, Brasil, el primer Oakberry de los cerca de 840, y subiendo, que hoy forman esta cadena, presente en 48 países y que factura 200 millones de euros.. La idea inicial no era empezar allí, sino en California, pero sin calificación crediticia y sin muchos fondos la cosa se complicó: “Nadie quería alquilarme un buen espacio en Los Ángeles”, recuerda Frangulis, de 36 años y nacido y criado en São Paulo. Hacerlo en Brasil suponía enfrentarse a un mercado maduro, pero pensó que si construían una marca capaz de crear comunidad podrían tener algo bueno entre manos. Alrededor de un año después de abrir, había unos 30 Oakberry operando en el país; a finales de 2018, habían alcanzado la centena.. Este cambio de planes, cuenta el también director ejecutivo, les llevó a tener que, de alguna manera, internacionalizar la empresa antes incluso de echarla a rodar. “Así que ya teníamos el camino en mente cuando decidimos ir a otros países”, dice. Además, la marca tuvo vocación global ya en su concepción. Desde el nombre a la operativa respondían a una propuesta inevitablemente ligada a Brasil por el origen de la materia prima, pero que pretendía ser capaz de funcionar en cualquier lugar. Comenzaron a reinvertir rápidamente, y el diseño del negocio de las tiendas lo hacía rentable y atractivo para franquiciadores. “De forma muy orgánica, empezamos a tener clientes potenciales dispuestos a abrir franquicias no solo en Brasil, sino también en otros países”, apunta.. La inauguración de un local en Sídney en enero de 2019 dio el pistoletazo de salida a la internacionalización. Luego llegó Dubái, Lisboa y, antes de ese verano, Barcelona. “España siempre fue un mercado que vimos con muy buenos ojos”, asegura el director ejecutivo. Con 44 establecimientos, tres de ellos propios, y unos 180 empleados, las ventas en el territorio nacional ascendieron a 10,6 millones de euros en 2024. “Mientras hablamos, estamos recomprando algunas de las franquicias”, cuenta Frangulis. “Es parte de la estrategia que tenemos para ciertos países como España o Portugal. También estamos haciendo lo mismo en Australia”, añade. Recientemente, la empresa se ha aliado con la compañía de capital riesgo portuguesa Fortitude Capital para apuntalar la expansión en los países ibéricos e Italia.. Productos empaquetados. En los últimos ocho años, la empresa, que es rentable, ha llevado un ritmo de una apertura cada tres días y medio, aproximadamente. Este año, el ejecutivo estima que las ventas y el número de locales aumentarán en torno a un 25%, rondando los 1.040 establecimientos a finales del ejercicio. “Tenemos en marcha una fuerte expansión en Asia”, dice. Entraron en este mercado por Corea del Sur el año pasado, acaban de abrir una primera tienda en China y próximamente lo harán en Japón. “Son mercados muy grandes para franquiciar, para comida sana y para conceptos de restauración. Eso podría añadir miles de locales en los próximos dos a tres años”. Además, en 2024 estrenaron una línea de productos de consumo empaquetados que ya se venden en supermercados de Brasil, EE UU y Portugal, y que, señala, pronto llegarán a España. “Es una nueva iniciativa que creemos que puede ser tan importante desde un punto de vista financiero como el negocio de franquicias de la compañía”, comenta.. Independientemente del país en el que se consuman, los boles y batidos de Oakberry se hacen con açaí procedente de Pará, donde tienen una planta para procesar la fruta y extraer la pulpa. En 2021 verticalizaron su cadena de suministro y, dice el director ejecutivo, tienen un registro de cada fruta que pasa por sus manos. También lucen en su web distintos sellos de certificación ecológica. “En cualquier tipo de cosecha siempre habrá preocupaciones y problemas. Por eso hemos sido desde el principio muy estrictos con cómo nos abastecemos”, responde Frangulis sobre el impacto en el medio ambiente y las sociedades en el área, la mayor productora y exportadora del país, cuyas ventas exteriores aumentaron un 16.000% entre 2012 y 2022, según la federación de industria regional. Este Estado en el norte de Brasil también alberga la mayor extensión de hectáreas cosechadas, que incluyen zonas de bajura y cultivadas: casi 226.000 de las 236.000 que había en todo el país, según del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.