Desde aquí reclamo el derecho a ser un frívolo malversado. Lo digo alto y claro. Es más, estoy muy orgulloso de tener hoy el primer puesto en esta categoría tan necesaria. La imposible y extenuante polarización que maltrata a todos los ciudadanos de bien está consiguiendo que se olviden conceptos tan necesarios como la levedad o la luz. Y lo peor de todo: que el sentido del humor brille por su ausencia, con el consiguiente y espantoso error de tomarse a uno mismo demasiado en serio. Eso debería estar prohibido, sin olvidar practicar el muy saludable hábito de saber reírse de uno mismo. . Seguir leyendo
Me parece bien La alta y la baja cultura, la izquierda y la derecha, el Rastro de Madrid y el Hotel Ritz. Si este modus operandi significa ser frívolo, lo soy. Y a mucha honra
Desde aquí reivindico el derecho a ser un frívolo empedernido. Lo digo alto y claro. Es más, me siento muy orgulloso de ostentar el primer puesto en esta categoría tan necesaria hoy en día. Y es que la imposible y agobiante polarización que maltrata a todos los ciudadanos de bien está consiguiendo que caigan en el olvido conceptos tan necesarios como la ligereza o la liviandad. Y lo peor de todo: que el sentido del humor brille por su ausencia, con el consiguiente error garrafal de tomarse demasiado en serio a uno mismo. Eso tendría que estar prohibido, no hay que olvidarse de practicar la muy sana costumbre de saber reírse de uno mismo.. ¿Recuerda la letra de la canción de la revista musical Luna de miel en el Cairo? El título no puede representarme mejor: «Tomar la vida en serio es una tontería», cantaban los actores Juan Carlos Naya, Maria Mediola y Manolo Otero en su versión del año 1985. Una declaración de principios que si entonces los bienpensantes (que siempre los ha habido) consideraban ordinaria y de dudoso gusto, imagínese hoy. Así que riámonos más y olvidémonos de la seriedad excesiva, por favor.. ¿Acaso no lo hacían Andy Warhol, Terenci Moix, o Truman Capote? Por no hablar del imprescindible Álvaro Retana y su defensa a ultranza del dandismo y el cuplé. Todos ellos fueron fusilados por ser banales. ¿Y qué problema hay? Si reírse, hasta de situaciones complicadas, es lo más divertido del mundo. «Hagamos algo superficial y vulgar», cantaba Fangoria. Ese es mi consejo. A pesar de las adversidades y los problemas, la risa y la carcajada son muy terapéuticas.. Hace un año sufrí un accidente que casi me cuesta la vida. Me caí de un escenario mientras actuaba con mi grupo. Ese día, el look estrella consistía en un peinado a lo Rocío Jurado que desafiaba a la dichosa capa de ozono por los litros de laca que soportaba mi cabeza. Siempre he pensado que el cardado me salvó la vida; de hecho, así se titula mi nueva canción compuesta por el genial Nacho Canut, otro de los míos.. «Qué frivolidad más grande», piensan muchos. ¿Y qué? Quienes opina así, que están en su derecho, no hablan mi mismo idioma. Son intensas y pesadas y no permiten ni a la propia víctima que quiera reírse de todo y no regodearse en el drama. Como aquellos que se llevan las manos a la cabeza cuando declaro que fui más feliz el día que visité la casa de Sara Montiel que cuando descubrí el Museo del Prado. Sin desmerecer a este último, me gustan las dos experiencias y creo que no han de estar reñidas. Me parece bien La alta y la baja cultura, la izquierda y la derecha, el Rastro de Madrid y el Hotel Ritz. Si este modus operandi significa ser frívolo, lo soy. Y a mucha honra .
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