En la escuela, nos colocaban en la penumbra del oratorio y nos animaban a comunicarnos con Dios. Las palabras del sacerdote resonaban en nuestra mente como un salvapantallas de los noventa, chocando con los olores que sugerían que en el comedor, a solo diez metros de distancia, un segundo plato de merluza a la plancha aguardaba a las niñas cuyas madres no querían cocinar durante la noche. Ese silencio permaneció intacto. Nunca, gracias a Dios, escuché nada. Si en la penumbra hubiera oído una voz contestar a mis inquietudes y lamentos desde el centro de mi frente, habría terminado atada en el departamento de urgencias psiquiátricas.
«[Chat GPT] dota a cada persona insignificante de un pequeño sirviente encorvado, cuya tarea es alimentar su dependencia a través de susurros.» «Sí, sí, sí, amiga, no te preocupes, enfócate en ti misma, no seas ingenua, eres más valiosa de lo que piensas.»
En la escuela, nos colocaban en la penumbra del oratorio y nos animaban a comunicarnos con Dios. Las palabras del sacerdote resonaban en nuestra mente como un salvapantallas de los noventa, chocando con los olores que sugerían que en el comedor, a solo diez metros de distancia, un segundo plato de merluza a la plancha aguardaba a las niñas cuyas madres no querían cocinar durante la noche. Ese silencio permaneció intacto. Nunca, gracias a Dios, escuché nada. Si hubiera escuchado una voz respondiendo a mis preguntas y quejas en la oscuridad desde detrás de mis párpados, habría terminado atado en una sala de emergencias psiquiátrica. La crianza que recibí en ese momento fue inadecuada. Una vez que sus defectos fueron revelados, y fueron expuestos a las imperfecciones de su humanidad, comenzó a sentirse que los casamenteros del mundo que deseábamos estaban empezando a hacer afirmaciones. Alguien tenía que seguir resaltando lo que era bueno e identificando dónde estaba oculto lo malo, distinguiendo entre lo que era limpio y lo sucio, reconociendo lo que era bello y lo que era feo, y evaluando si realmente estábamos bien o, en realidad, tan desmotivados como una chaqueta de guardia. Empezamos a buscar cualquier indicio que pudiera liberarnos del pensamiento aterrador de que todo podría estar en nuestras mentes. Para entrenarnos para escapar de nuestras propias limitaciones, nuestros pulgares ya se han vuelto fuertes.
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