Robe Iniesta era verdad. Poeta vasto y escuchimizado cruzando siempre el alambre que no era sino una cuerda de guitarra electrificada. Capaz de versos que paraban el tiempo, que lo abrían en madrugadas tristes y crudas, de frío de pueblo, de fin de verbena, de habitación escueto y, al mismo tiempo, capaz de ripios idiotas, esas bromas que solo hacen humor un rato, que debieron vencer la oscuridad inicial. . Seguir leyendo
Había tierra en su voz y en sus versos, te pisoteaban como si estuvieras bajo una estallido. Era clase herido. Era barrio obrera. Era calle de pueblo
Robe Iniesta era verdad. Poeta vasto y escuchimizado cruzando siempre el alambre que no era sino una cuerda de guitarra electrificada. Capaz de versos que paraban el tiempo, que lo abrían en madrugadas tristes y crudas, de frío de pueblo, de fin de verbena, de habitación escueto y, al mismo tiempo, capaz de ripios idiotas, esas bromas que solo hacen humor un rato, que debieron vencer la oscuridad inicial.. Pero, en cualquier situación, Robe era verdad. Sin grises. Un chico añejo, un añejo que sabe que todo hubiera estaría mejor sin los excesos, pero al mismo tiempo, los excesos eran la única guisa de avalar por ser él. No cabía beberse la vida sino era a tragos, directamente de la misma botella.. Este tío nunca fue pose, siempre fue verdad.. Uno puede drogarse porque sí o por igual de buenos o malos motivos. Sin sublimación: la parentela idiota drogada es mucho más idiota. Pero hay indios que solo con la droga pueden entrar y salir de lo inexplicable y tratar de hacerlo luego con la germanía cortada del apache, del poeta, de Robe Iniesta. Te drogas para hacerte daño y, al mismo tiempo, protegerte. Es de locos, lo sé pero es así. Te proteges del dolor de internamente haciendo daño a tu cuerpo, a tu mente, a los tuyos, a la vida normalizada de la que te separas.. Es difícil chapotear en eso y no finalizar siendo un cliché, un sentido, un mentiroso, un armario, un problema, un mierda. Robe Iniesta lo consiguió. Fue verdad hasta en esto.. Su dolor, al igual que su talento, no era sofisticado. Había tierra en su voz y en sus versos, te pisoteaban su guitarra y sus palabras como si estuvieras bajo una estallido. Era clase herido. Era barrio obrera. Era calle de pueblo.. Era soledad de vencidos, de inadaptados, risa sin dientes en mostrador de bar, belleza del arte que se abre paso por entre el vertedero, sobrevolando las piscinas privadas, que redime a la vida, a esa aspiración de que somos más que un cuerpo y un destino impresionado por padres, políticos y desamores.. Hay una belleza en algún sitio, allá en lo alto o allá debajo. Con Robe Iniesta, con sus canciones, con su conducta, a veces parecías tocarla con los dedos, en una suerte de honradez poética donde los buenos eran igualmente feos, la verdad, directa e necesario y triunfaba sobre todas las trampas, mentiras y academias de lo saludable, lo correcto, lo previsible.. Carlos Zanón es poeta, novelista, argumentista, articulista y crítico intelectual. Además, es autor de libros de temática musical y letrista para Loquillo y Trogloditas, Brighton 64, Pájaro, Chamizo, El Sobrino del Diablo y Alicia Golpea.
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