Apenas unos metros son los que separan los bocetos de Salvador Dalí, que pertenecieron a la colección de Sophia Loren, valorados en varios cientos miles de euros, de los de Katinka Huang, una veinteañera de origen chino, cuya obra ronda los 400. Entre los 300 euros que supone hacerse con Glaciar I, de Inma Herrera, y los 100.000 que se piden por Reef de Jonathan Hammer apenas hay una hojas del catálogo de la Galería F2. Lo mismo sucede con los 450 euros que cuesta Handkerchief de Karina Mendreczky y los 38.000 de Metropolis en la Ani Molnár Gallery de Budapest.. Seguir leyendo
Entre grandes nombres y obras polémicas, ARCO cuenta con pinturas, bordados o dibujos de artistas emergentes por entre 300 y 500 euros.
Apenas unos metros son los que separan los bocetos de Salvador Dalí, que pertenecieron a la colección de Sophia Loren, valorados en varios cientos miles de euros, de los de Katinka Huang, una veinteañera de origen chino, cuya obra ronda los 400. Entre los 300 euros que supone hacerse con Glaciar I, de Inma Herrera, y los 100.000 que se piden por Reef de Jonathan Hammer apenas hay una hojas del catálogo de la Galería F2. Lo mismo sucede con los 450 euros que cuesta Handkerchief de Karina Mendreczky y los 38.000 de Metropolis en la Ani Molnár Gallery de Budapest.. Esas son las tres piezas de menor valor expuestas en la edición de ARCO que hoy concluye. Escondido entre grandes nombres y polémicas, hay un arte que se nos escapa y que es accesible a quien ni es gran coleccionista ni tiene un elevado patrimonio. No tiene que pagar los 1,6 millones de euros del Tête aux trois cheveux devant la lune de Joan Miró o los 1,2 millones de Pipe et paquet de tabac de Juan Gris, puede empezar a ser coleccionista por menos de lo que cuesta su televisor.. «Se puede empezar a coleccionar arte sin recurrir a grandes desembolsos. Hay que empezar a perder el miedo a acercarse al arte, a preguntar precios porque van a descubrir otros mundos estéticos», expone Inma Herrera, la artista con la obra más barata de toda la feria. Esta española, afincada en Helsinki desde 2014 cuando llegó por una beca de la Fundación laCaixa es la autora de Glaciar I, una fotografía de un glaciar en las islas Svalbard -uno de los puntos más septentrionales del globo- que sirve como contexto para otras obras que creadas a partir de fósiles vegetales en esta zona del planeta. «Con el arte hay una imagen muy elevada y estereotipada de que está fuera de nuestro alcance. No siempre es así, hay muchas cosas. Hay obras de Miró, de Picasso o Juan Gris, pero yo recomendaría mirar a la gente más joven», incide.. Una de esas artistas jóvenes es Katinka Huang, cuya serie de dibujos hechos a carboncillo, pastel y tinta sobre papel rondan los 400 euros. De origen chino y nacida en 1998, su formación artística está entre Londres, París y Nueva York donde reside en este momento. De esa serie de bocetos, todos marcados por desnudos con cierto toque abstracto, solo uno aún está disponible en el estand de la galería Leyendecker. El resto ya están reservados o comprados. «La calidad de un artista jamás se puede medir en el precio que tiene su obra. Lo económico no determina el arte por sí solo», apuntan desde el espacio de arte canario que expone la obra de la artista.. Una de las obras de Katinka Huang. «Lo económico está presente y es relevante en la industria del arte, pero no es mi principal preocupación. No quiero exponer la pureza de mi trabajo a las demandas del mercado. Si a alguien le gusta lo que hacemos y quiere comprarlo, es un placer, pero creo en la pureza de la creación», apunta Karina Mendreczky en una conversación vía email. Su obra Handkerchief es un pequeño bordado que surge de las toneladas de textiles y materiales antiguos que le quedaron como herencia familiar a la artista -pañuelos, camisones…-.. En concreto, este está inspirado en el poema de Emily Dickinson The Long Sigh of the Frog que fue el nexo de unión de una muestra de la artista que acogió la Ani Molnár Gallery de Budapest. «El bordado como técnica es especialmente importante en mi proceso artístico. Es una herramienta que las mujeres mantienen viva y preservada. La monotonía repetitiva de la costura y el bordado también simboliza la atemporalidad, tiene un efecto calmante y meditativo en mí», incide la artista.. Y, para todas ellas, ARCO supone una escaparate en el que mostrar sus creaciones y llegar a un público mayoritario, a veces incluso fuera de los circuitos del arte. «Es importante estar porque me ubica dentro del mundo comercial del arte y estoy rodeado de artistas de mi generación», apunta Inma Herrera, residente en Finlandia porque allí es donde puede vivir de su profesión artística. «En España no sé si podría hacerlo», remarca.. «Para mí es un honor y una oportunidad que Molnár Ani Gallery nos represente en un evento tan importante. Esta es nuestra primera vez en ARCO, así que estamos emocionados de estar aquí y estamos realmente agradecidos por todo el apoyo», concluye Karina Mendreczky.. La artista Claudia Pagès (Barcelona, 1990), se ha hecho con el XVIII Premio illy SustainArt de illycaffè enmarcado en la 44º edición de ARCO. La obra premiada se construye a partir de dos creaciones donde se representan la memoria de espacios, utilizando inscripciones y símbolos históricos encontrados en antiguas paredes. El punto de partida de la artista fue la inspiración surgida en los aljibes de Xàtiva. La obra explora temas como la historia, el agua, la memoria y la representación de espacios de protección, como murallas y castillos, así como la interacción entre el espacio y el tiempo.
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