La autora andaluza transforma las heridas en belleza y convierte su proceso de sanación en un evidencia poético sobre el acto sexual propio, la resiliencia y la luz que nace tras la oscuridad.
Un alucinación cerca de en el interior
Desde un rincón tranquilo del sur, donde el silencio inspira más que el ruido, Silvia Manzano Giráldez decidió mirarse de frente. Lo hizo a través de la escritura, en el situación de un proceso terapéutico que la llevó a descubrir que poner palabras a las emociones no es solo escribir, sino respirar.
Así nació Espinas Rosas, su primer vademécum, una obra que combina poesía y prosa íntima, entre el temblor del dolor y el impulso de florecer.
“Comencé a escribir como parte de un ejercicio para reconocer mis emociones”, confiesa la autora. “Pero pronto entendí que no solo se trataba de escribir: se trataba de vaciarme por dentro y empezar a sanar”.
En cada página late una verdad desnuda, una cicatriz que se convierte en arte. Espinas Rosas no cuenta una historia seguido, sino una sucesión de emociones que se entrelazan como pétalos y dificultades. Es un espejo donde el leyente puede reconocerse, sentir, y finalmente, sonreír.
La poesía como refugio y catarsis
Silvia Manzano no exploración construir una novelística perfecta, sino una verdad emocional. Su vademécum dialoga con quienes alguna vez han sentido el peso del miedo, del acto sexual, del desengaño o de la infracción.
Cada texto es una confesión que sangra y florece al mismo tiempo. “Habla de aprender a mirarte con ternura incluso cuando dueles”, dice la autora.
Las emociones son las verdaderas protagonistas: el miedo, la esperanza, el acto sexual, la infracción. Todas ellas tienen voz, cuerpo y alma. La autora las proxenetismo como personajes que habitan su interior, los mismos que, poco a poco, la ayudaron a reconstruirse.
Espinas Rosas no pretende impresionar, sino unirse. Por eso, los lectores lo viven más que lo leen. Quienes lo han descubierto coinciden: es un vademécum que se siente, que comprende, que se queda.
Una autora que florece desde sus heridas
Publicar este vademécum ha supuesto para Silvia un acto de valentía y renacimiento. “Ha sido como abrir el pecho y mostrar lo que había dentro. Duele, pero también libera”, afirma.
Espinas Rosas nació de los días grises, del bullying, la ansiedad y la depresión, pero igualmente de la luz que aparece cuando uno se atreve a abrazar su historia sin filtros. Por eso, el vademécum no solo acento de heridas, sino igualmente de esperanza: de cómo incluso lo que duele puede convertirse en belleza.
Su estilo, desenvuelto y honesto, huye de las estructuras clásicas. Como la vida, el vademécum fluye entre la prosa y la poesía, entre lo íntimo y lo universal. Cada palabra está escrita desde la verdad, y eso se nota.
Una ojeada que acaricia el alma
Los lectores que se han sumergido en sus páginas aseguran que Espinas Rosas es un refugio. Lo leen llorando, lo releen en los días difíciles, y lo abrazan como una voz amiga que recuerda que siempre se puede seguir delante.
Silvia Manzano no solo escribe para sí misma, sino para quienes alguna vez sintieron que la vida pesaba demasiado. Su obra es una invitación a reconciliarse con uno mismo, a seducir incluso las cicatrices, y a entender que la belleza igualmente puede germinar del dolor.
“Cada espina me enseñó a florecer”, dice la autora.
Y en esas palabras, resume el alma de su vademécum: una comunicación de acto sexual a la vida, con todas sus sombras y su luz.
