A estas alturas de mandato —apenas dos meses; entiendo que al amable lector le parezca mucho más— todo el público en general y, desde luego, el mercado financiero, tiene ya muy claro que la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE UU ha devenido en una auténtica revolución en todos los órdenes de la política y la economía. Y eso que el personaje era ya conocido y, en bastante grado, transparente.. Seguir leyendo
Como en la ‘Isla de las Tentaciones’, uno se pregunta si lo que está pasando es real o parte de una estrategia masiva de negociación y desinformación
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A estas alturas de mandato —apenas dos meses; entiendo que al amable lector le parezca mucho más— todo el público en general y, desde luego, el mercado financiero, tiene ya muy claro que la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE UU ha devenido en una auténtica revolución en todos los órdenes de la política y la economía. Y eso que el personaje era ya conocido y, en bastante grado, transparente.. De manera muy resumida, a nivel financiero, en estos días hemos visto una considerable dilución de la famosa put de Trump: lo que parecía, allá por noviembre pasado, que iba a ser una presidencia con un marcado sesgo promercado, se ha convertido muy rápidamente en un gobierno mirado con no poco escepticismo, por parte de los inversores. Quién nos iba a decir que un PIB que estaba funcionando razonablemente bien, con ritmos de subida cercanos al 3%, iba a derivar en unas semanas hacia indicadores que apuntan a crecimientos negativos. Alguna casa de análisis ya aventura incluso la posibilidad de recesión en EE UU. Está claro que ése no es el escenario central del mercado. Pero, desde luego, algo se ha roto. Y no es solo que las Bolsas estadounidenses estén en rojo en el año, frente al más de 10% de subida del Euro Stoxx 50. El índice de confianza del consumidor —algo esencial para la economía americana— registró en su último dato un desplome inesperado. El último informe de empleo americano —el primero plenamente de la era Trump— nos habla, por ejemplo, de menor creación de puestos de trabajo y de incremento de la tasa de paro. En suma, datos iniciales negativos que enmarcan un contexto de incertidumbre con respecto a las políticas de la nueva administración estadounidense.. Se puede argumentar que las formas y no el fondo del nuevo presidente son, en buena medida, responsables de este deterioro. Un poco en la línea del adagio que dice que la ética es la estética. Pero hay algo más, aparte de las formas. La realidad es que tres de las medidas estrella del nuevo gobierno (aranceles, políticas de contención de gatos y políticas migratorias) no son, literalmente, positivas para la economía estadounidense. Yendo por partes, por lo que respecta al caso de los aranceles, de sobra se ha comentado el efecto inflacionista y de deterioro de competitividad que origina en los países que los aplican. Pero es que, además, EE UU tiene superávit por cuenta corriente frente a Europa, un ejemplo machacona y erróneamente repetido en sentido contrario por Trump. De hecho, el superávit que Europa consigue con el resto del mundo es invertido en gran parte en bonos estadounidenses. Comenzar, por tanto, una guerra arancelaria con Europa, sus compradores de deuda y de servicios de tecnología, puede ser un gran error para Estados Unidos.. En cuanto a la contención del gasto, sencillamente, los números que ofrece la oficina de Elon Musk no son fiables. Habla de ahorros que, en algunos caos superan los desembolsos actuales. Aparte, hay que tener cuidado con según qué gastos recortar, porque pueden afectar al crecimiento. Un contexto de posible mayor inflación —por aranceles— y menor crecimiento…despierta el fantasma de la estanflación.. Finalmente, por lo que se refiere a emigración, no está de más comentar que, de manera análoga a lo que sucede en España, el empleo neto que se crea en EE UU tiene mucho que ver con la mano de obra emigrante, que realiza labores esenciales en las que el americano —o español— medio rehúsa trabajar. Una expulsión masiva de estos trabajadores puede tener repercusiones muy serias para la sostenibilidad del crecimiento de la economía.. Llegados a este punto, no está de más comentar que un efecto positivo que sí estamos visualizando en este comienzo de mandato de Trump es el nuevo rumbo que parece tomar la economía… europea. La sensación es parecida a haber desempolvado el reciente informe Draghi —apenas ha dado tiempo para que se acumule el polvo, en verdad— y se haya comenzado con su implementación: menos y más eficiente regulación, un camino más transitable hacia la sostenibilidad que no ponga en peligro la competitividad de las empresas y mayor gasto en defensa (esto es, un mayor peso político y una importante tracción en el sector tecnológico) son algunas de sus señas características.. Además, ante todo y por encima de todo, tenemos los cambios de orden geopolítico. La nueva administración ha ejecutado algo que se parece mucho a un cambio de bando. Como mínimo, es una ruptura del orden mundial emanado de la Segunda Guerra Mundial, con la consabida actualización de la caída del Muro de Berlín, sostenido por, hasta ahora, los EE UU junto con sus aliados. Como en la Isla de las Tentaciones, uno se pregunta si lo que está pasando es real o parte de una estrategia masiva de negociación y desinformación, francamente peligrosa. Si es real, desde luego nos encontramos ante un momento histórico.. Por todo ello, la cuestión es si los movimientos originados en estos días forman parte de la coyuntura o si, por el contrario, estamos ante cambios estructurales: cambios históricos. No cabe duda de que los EE UU son la primera potencia del mundo y lo van a seguir siendo durante —mucho, bastante, algún— tiempo. La cuestión es que, si siguen esta senda, va a ser muy difícil restablecer los vínculos trasatlánticos, el eje del equilibrio político y económico mundial. La primera potencia debe ser no solo un gigante económico, militar y cultural (entendida la cultura como la proyección y absorción por terceros de sus signos de identidad) sino, ante todo, ser un país fiable, tanto para sus amigos como para sus enemigos. Y, como decíamos antes, algo se ha roto. Que se pueda recomponer es materia para la que necesitamos algo más que unas semanas añadidas de un mandato ciertamente caracterizado por la incertidumbre.