¿Qué premia exactamente Hollywood y su industria cuando distingue una producción de seis millones de dólares dirigida por un cineasta que nunca antes había merecido atención alguna de la Academia como la película más destacada de 2024? En 2017, The Florida Project, la obra maestra del realizador, recibía una única nominación y en una categoría que en verdad nada tenía que ver con él, con Sean Baker. En aquella ocasión, fue Willem Dafoe el nominado a actor de reparto y es necesario consultar Filmaffinty para acordarse. En verdad, el triunfo con los cinco Oscar (guion, montaje, dirección, actriz protagonista -Mikey Madison- y película) logrados por Anora se acercan bastante a una declaración de principios. Hollywood, que tiene los Oscar para esencialmente premiarse a sí mismo, ha decidido esta vez, por orden: a) reclamar para sí el privilegio y virtud de las esencias, del cine solo pendiente de, en efecto, su independencia; b) marcar distancias una vez más con las plataformas en general y con Netflix muy en particular; c) insistir en la virtud de la oscuridad de la sala de cine como espacio esencial y existencial; y, d) quizá de un modo más taimado, y d) dar por acabado el ayuno de sexo (con la ayuda del admirado por Baker Jesús Franco) que Hollywood se había autoimpuesto incapaz de asimilar y entender las críticas que le señalaban, con razón, como insistente e históricamente machista.. Seguir leyendo
No conviene olvidarse de que ‘Anora’, al final, es una distribución de Universal. Es decir, independiente sí, pero con cuidado.
¿Qué premia exactamente Hollywood y su industria cuando distingue una producción de seis millones de dólares dirigida por un cineasta que nunca antes había merecido atención alguna de la Academia como la película más destacada de 2024? En 2017, The Florida Project, la obra maestra del realizador, recibía una única nominación y en una categoría que en verdad nada tenía que ver con él, con Sean Baker. En aquella ocasión, fue Willem Dafoe el nominado a actor de reparto y es necesario consultar Filmaffinty para acordarse. En verdad, el triunfo con los cinco Oscar (guion, montaje, dirección, actriz protagonista -Mikey Madison- y película) logrados por Anora se acercan bastante a una declaración de principios. Hollywood, que tiene los Oscar para esencialmente premiarse a sí mismo, ha decidido esta vez, por orden: a) reclamar para sí el privilegio y virtud de las esencias, del cine solo pendiente de, en efecto, su independencia; b) marcar distancias una vez más con las plataformas en general y con Netflix muy en particular; c) insistir en la virtud de la oscuridad de la sala de cine como espacio esencial y existencial; y, d) quizá de un modo más taimado, y d) dar por acabado el ayuno de sexo (con la ayuda del admirado por Baker Jesús Franco) que Hollywood se había autoimpuesto incapaz de asimilar y entender las críticas que le señalaban, con razón, como insistente e históricamente machista.. Hay más motivos, pero básicamente están en estos.. En realidad, lo visto en la noche del domingo se podría calificar como tendencia desde que en 2020, justo después de la pandemia, la señalada fuera Nomadland, de Chloe Zhao. O incluso más atrás. Que en 2019, Parásitos, de Bong Joon-ho, se convirtiera en la primera película en lengua no inglesa en alzarse con el premio mayor se leyó como lo que fue: el resultado de una política de apertura al mundo. Cuatro años antes, la polémica de los #Oscarssowhite (Oscars tan blancos) ponían en evidencia una palmaria discriminación que quedaba demostrada por el hecho vergonzante de que durante dos años seguidos se habían reservado de manera exclusiva, que no inclusiva, para los blancos las 20 nominaciones en las principales categorías. Eso a la vez que el movimiento #Metoo, surgido en octubre de 2017, desnudaba hasta los huesos a toda la industria, a toda la sociedad, a todos y cada uno de nosotros. Digamos que la película del coreano fue el primer punto de llegada. Y Nomadland, el ejemplo de lo que la Academia pretendía y hacía explícito: una película de modales y gesto independiente, aunque su presentación corriera a cargo del estudio más poderoso de todos (Disney), como modelo a seguir.. A la vez, en paralelo o por debajo, según se mire, se libraba la gran batalla. Roma, de Alfonso Cuarón, fue el primer intento de peso en 2018 de Netflix, en representación de todas las plataformas que en el mundo son, por alcanzar el premio mayor. El contrasentido quedaba ahí como materia de reflexión: una plataforma de streaming cuyo negocio es la tele y cuya mayor aspiración es ser referencia en la industria del cine, cuyo sentido son las salas. Acto seguido la casa de la N mayúscula lo volvería a intentar, año tras año, con El irlandés, de Martin Scorsese, con Mank, de David Fincher, con Sin novedad en el frente, de Edward Berger, y, ahora con Emilia Pérez, de Jacques Audiard. En puridad, la estrategia ha cambiado. Salvo la última citada, la derrotada con estrépito (de las 13 nominaciones con las que partía se tuvo que conformar con vencer en actriz de reparto -Zoe Saldaña- y canción -El Mal-) todas las anteriores son de una forma u otra producciones de Netlflix. La protagonizada por Karla Sofía Gascón, en cambio, es solo material ajeno, llamémoslo así, que la plataforma distribuye. Eso sí, con un empeño y un encono que le ha hecho, según estimaciones, desprenderse de cerca de 25 millones de dólares solo en labores de promoción de cara a la denominada campaña de los Oscar. Es decir, cuatro veces más en cócteles, alfombras rojas, viajes y pases especiales que Anora en poder llevarse a cabo.. Cuando Sean Baker cogió en sus manos la última de sus cuatro estatuillas unipersonales (él es director, guionista, montador y alma misma del proyecto) sus primeras palabras fueron para las salas de cine, para la necesidad de su recuperación, para su reivindicación como elemento indistinguible del mismo cine, del cine independiente que él mismo representa con todas sus fuerzas desde antes incluso de que rodara una excelente película como Tangerine con la única herramienta de la cámara de un teléfono móvil. Digamos que con el nuevo fracaso de Netflix quedaba conjurada la amenaza. Aunque no nos olvidemos, CODA, de Siân Heder y que ganó en 2021, no era nada más que una producción de plataforma, pero de Apple que no de Netflix.. El resto del palmarés que arroja la edición 97 de los Oscar deja poco espacio para la duda. Los académicos no solo encumbraron la historia de una trabajadora sexual a brazo partido por su dignidad (eso es Anora), también hicieron suya la aventura cinematográfica de Brady Corbet que transforma la historia de un arquitecto en la posguerra en una disección del sueño americano, de la emigración como forma de estar en el mundo y de la propia imagen cinematográfica con la recuperación del formato VistaVision. The Brutalist, de ella hablamos, solo tiene sentido en la sala de cine. Y solo como película furiosamente independiente que ha tropezado desde su gestación con la negativa de todos y cada uno de los estudios.. Sean Baker y con él la ceremonia entera de los Oscar recién terminados son o, mejor, quieren ser un símbolo. El premio ha recaído en un autor que ha dedicado una vida entera a mirar donde generalmente falta la luz. Sus relatos están poblados de personajes que viven en y de la calle (Tangerine), de personajes que habitan al lado de paraísos en demolición (The Florida Project), de personajes perfectamente vivos y que sin embargo carecen de imagen codificada por ser habitualmente cuerpos para la explotación (Anora). No por casualidad, la estructura de la película ahora con cinco Oscar no es más que la ilustración del cuento de Cenicienta, pero del revés. La idea no es otra que describir las mentiras, injusticias y hasta desmanes que cobijan los cuentos que antes que contar nada nos cuentan.. Digamos que el mensaje queda claro. Aunque hay sombras. No conviene olvidarse de que Anora, al final, es una distribución de Universal. Es decir, independiente sí, pero con cuidado.
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