Mike Leigh (Welwyn Hatfield, 1943) no está especialmente enfadado. Pero lo disimula con mucho arte. Cualquier pregunta que amenace con ser una interpretación de su trabajo es rechazada no con desdén sino, justo lo contrario, con mucha energía. No es cabreo, es carácter. Si, con el declarado objetivo de caer bien, de atemperar los ánimos o de hacer un poco la pelota, se le recuerda la buena acogida de su última película en el festival de Toronto, él responde que antes fue rechazada en otros certámenes. «Claro que me interesa el público», dice a modo de declaración de principios. Y sigue: «Me interesa tanto y le respeto tanto que no soy tan condescendiente para ofrecer al espectador simplemente 90 minutos de comodidad. Otros directores están interesados en persecuciones de coches, en edificios que se derrumban… A mí me preocupa el ser humano y el ser humano es complejo, difícil… Si nos lo tomamos en serio, exige cierta incomodidad». No es irritación, es Mike Leigh.. Seguir leyendo
El director regresa al cine con lo más parecido a un bramido. ‘Mi única familia’ está enteramente construida sobre el enfado descomunal de su protagonista. Y el director le da la razón
Mike Leigh (Welwyn Hatfield, 1943) no está especialmente enfadado. Pero lo disimula con mucho arte. Cualquier pregunta que amenace con ser una interpretación de su trabajo es rechazada no con desdén sino, justo lo contrario, con mucha energía. No es cabreo, es carácter. Si, con el declarado objetivo de caer bien, de atemperar los ánimos o de hacer un poco la pelota, se le recuerda la buena acogida de su última película en el festival de Toronto, él responde que antes fue rechazada en otros certámenes. «Claro que me interesa el público», dice a modo de declaración de principios. Y sigue: «Me interesa tanto y le respeto tanto que no soy tan condescendiente para ofrecer al espectador simplemente 90 minutos de comodidad. Otros directores están interesados en persecuciones de coches, en edificios que se derrumban… A mí me preocupa el ser humano y el ser humano es complejo, difícil… Si nos lo tomamos en serio, exige cierta incomodidad». No es irritación, es Mike Leigh.. Mi única familia es exactamente la película que se espera de un director que con trabajos como Indefenso (Naked) (1993), Secretos y mentiras (1996) o El secreto de Vera Drake (2004) ha radiografiado como nadie los abismos más oscuros de todos nosotros. Tras una larga temporada dedicado a grandes dípticos de época con películas como Mr. Turner (2014) y La tragedia de Peterloo (2018) regresa a los dramas modernos, a las vidas nuestras. Se cuenta la historia de una mujer enfadada, pero hasta el más tremendo de los excesos. De la mano de una descomunal Marianne Jean-Baptiste, lo que sigue es un drama tan revelador como inquietante, turbio y, sobre todo, incómodo. «Me llama la atención que llame tanto la atención el argumento de la película. Si uno mira la sociedad que habitamos hay más motivo para estar enojado que para estar contento o, cuanto menos, satisfecho. También me sorprende que la actitud de mi personaje principal se asocie a una enfermedad mental. No digo que no la haya, pero esa nunca fue nuestra intención. No es un ser humano con una afección rara de la que uno se cure, sino que es una persona que sufre. Todos lo hacemos, nos reconocemos unos a otros en el sufrimiento», afirma.. Como es regla en su trabajo, Mi única familia discurre por la pantalla sin un plan preestablecido. El drama no se estructura en los protocolarios tres actos sino que avanza, como el propio humor del personaje principal, a explosiones. «Cada vez es más difícil producir mis películas porque no puedo contarlas antes de hacerlas. Cuando mis patrocinadores me preguntan, mi única respuesta es que no puedo decir nada porque no sé de qué va tratar siquiera. Para eso hago películas, para descubrir qué quiero contar», explica con una claridad perfectamente misteriosa. ¿Pero eso es como pedir un cheque en blanco? «Sí y, de hecho, la respuesta más habitual es que me vaya. Es un problema, creo, inducido por las plataformas, que están empeñadas en controlarlo todo y en hacer películas que gusten a todo el mundo y que, por fuerza, ya están hechas. Y no creo que eso sirva para nada. Me molestan las películas donde siempre sabes exactamente dónde estás y que te dicen cómo te tienes que sentir en cada momento. Quiero que mi trabajo sea complejo, contradictorio, conflictivo, divertido y trágico. Todo a la vez. Al final, lo importante es que provoque una reacción, sea la que sea». Queda claro.. Protesta Mike Leigh contra la idea de que su película sea una radiografía del mundo enfadado y triste que nos ha quedado después de la pandemia. Se niega Leigh a considerar Mi única familia el reverso enajenado de Happy: Un cuento sobre la felicidad, la película que rodara en 2008 con Sally Hawkins entregada a celebrar la vida con la misma pasión con que Marianne Jean-Baptiste la rechaza («Esa asociación es cosa de ustedes, los críticos», dice). Y mientras, en cada una de sus negaciones, dibuja el sentido mismo de él y de su trabajo. «Si el ser humano no es predecible, porque habría de serlo una película». No es enojo, es Mike Leigh.
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