El saber popular nos dice que, junto al perdón de una afrenta, pocos asuntos tan difíciles de completar de modo correcto en la vida como guardar un secreto. El secreto, pese a lo que pueda parecer, poco tiene que ver con la actividad tal vez pueril del cotilleo. El secreto, en verdad, nos configura como sociedad. Mantenía el sociólogo George Simmel, por ejemplo, que solo mediante lo que ocultamos a unos y revelamos a otros en forma de secreto alcanzamos a estrechar y romper lazos sociales. Según con quién compartimos nuestra intimidad hacemos a unos sí y a otros no partícipes de nuestras debilidades más, en efecto, secretas. Cónclave, de Edward Berger y basada en una novela de Robert Harris, es una película de secretos. Toda ella discurre en el Vaticano y toda ella gira alrededor de la elección del nuevo papa. Y los cardenales señalados para tomar tan alta y complicada decisión no solo han de estar pendiente de la voluntad algo secreta del Espíritu Santo, sino que también deben prestar mucha atención a cada de los secretos que unos comparten y otros esconden. No en balde, todos los rituales de la Iglesia católica, por lo menos contemplados desde fuera, se alimentan del secreto que suscitan, del secreto que encubren y del secreto que secretan. Pero, además, Cónclave guarda un secreto. Y no lo diremos porque es, además de espóiler, secreto.. Seguir leyendo
El cineasta que dirigiera ‘Sin novedad en el frente’ regresa con una thriller irrenunciable y sorprendente a vueltas con los secretos y mentiras alrededor de la elección del Sumo Pontífice, es decir, el papa
El saber popular nos dice que, junto al perdón de una afrenta, pocos asuntos tan difíciles de completar de modo correcto en la vida como guardar un secreto. El secreto, pese a lo que pueda parecer, poco tiene que ver con la actividad tal vez pueril del cotilleo. El secreto, en verdad, nos configura como sociedad. Mantenía el sociólogo George Simmel, por ejemplo, que solo mediante lo que ocultamos a unos y revelamos a otros en forma de secreto alcanzamos a estrechar y romper lazos sociales. Según con quién compartimos nuestra intimidad hacemos a unos sí y a otros no partícipes de nuestras debilidades más, en efecto, secretas. Cónclave, de Edward Berger y basada en una novela de Robert Harris, es una película de secretos. Toda ella discurre en el Vaticano y toda ella gira alrededor de la elección del nuevo papa. Y los cardenales señalados para tomar tan alta y complicada decisión no solo han de estar pendiente de la voluntad algo secreta del Espíritu Santo, sino que también deben prestar mucha atención a cada de los secretos que unos comparten y otros esconden. No en balde, todos los rituales de la Iglesia católica, por lo menos contemplados desde fuera, se alimentan del secreto que suscitan, del secreto que encubren y del secreto que secretan. Pero, además, Cónclave guarda un secreto. Y no lo diremos porque es, además de espóiler, secreto.. «Lo interesaste de tanto secreto es que nada tiene que ver con el silencio», dice el director Edward Berger. Habla el mismo cineasta que hace dos años sorprendió al mundo y a los académicos que votan en los Oscar con una nueva adaptación de la novela de Erich Maria Remarque Sin novedad en el frente. «El guion de aquella película», sigue el cineasta, «eran prácticamente páginas y páginas sin ningún diálogo. La atención estaba concentrada en otra cosa. Todo lo que se decían los personajes no eran más que cosas tan triviales como ‘vamos a comer algo’. Esta vez es justo lo contrario. Aquí no hay silencios. Todo se habla en cuartos cerrados, todo son diálogos significativos a los que hay que atentos. Eso, lejos de aliviar el trabajo de puesta en escena, lo hace mucho más complicado. Ahora no hay escenarios espectaculares ni grandes efectos especiales, toda la tensión y el suspense has de lograrlo con la música, con la actuación, con un muy preciso emplazamiento de la cámara. El silencio del secreto hace que todo a su alrededor tenga que ser especialmente expresivo».. La película vive toda ella instalada en algo que podríamos llamar un halo de santidad laica. En efecto, todo avanza por la tensión de unos pasillos casi sagrados presididos por las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, pero no se habla de salvación ni de perdón ni de milagros. Aquí de lo que se habla es de poder. De un lado, los que aventuran un nuevo tiempo para una Iglesia más inclusiva, más feminista, más cerca de lo catalogado como diverso. Del otro, los que resisten en la identidad de una doctrina refractaria a los cambios. «No me gustaría banalizar, desde una óptica no demasiado elaborada, todo es muy sencillo: se trata simplemente de elegir a la que probablemente acabe por ser la persona más poderosa del mundo. Y, por tanto, es una cuestión de poder y el poder es el poder independientemente del dinero o de la fe. Me puedo imaginar perfectamente algo parecido en el Consejo de Administración de OpenAI cuando expulsaron a Sam Altman y, acto seguido, él hizo lo imposible por volver a entrar. O el drama que vivió el Partido Demócrata estadounidense cuando tuvo que decidirse por Kamala Harris y defenestrar al presidente electo». Pausa. «Por ello es tan importante el papel que interpreta Ralph Fiennes. Él es el que duda, el encargado por el papa recién fallecido para dirigir el Cónclave y hacerlo de forma que los candidatos sopesen sus razones profundas. Y duden. En verdad, eso es universal para todos, a todos nos impulsa la duda seamos periodistas, ingenieros o cineastas. ¿Para qué hago una película? ¿Por qué realmente siento la necesidad de hacerla o por el dinero, la fama y todo eso que rodea al éxito? La duda, en verdad, es la que nos da sentido como seres humanos». Queda claro.. Ralph Fiennes y John Lightow en un momento de ‘Cónclave’.. Siendo el Vaticano en particular y la Iglesia en general los sitios que son, aquí solo hay hombres. ¿No será todo el problema del que habla el director sobre el poder y la duda una cuestión más de eso tan tóxico llamado masculinidad? La pregunta viene a cuento lógicamente por Cónclave y por la cinta anterior. También en Sin novedad en el frente había una sobreabundancia de seres humanos macho dispuestos a destrozarse unos a otros. Ahora la escabechina es exclusivamente espiritual, eso sí. «Quiero creer que las dos películas cuestionan precisamente esa estructura de razonamiento machista. Sí, los hombres conducen el mundo a la destrucción. Ocurría en Sin novedad… y sucede en Cónclave. Pero en los dos casos hay esperanza. El personaje de Isabella Rossellini [hace de monja encargada de la intendencia mientras los obispos se despedazan entre sí] cumple ese papel crítico. La Iglesia representa el patriarcado más antiguo del mundo y eso ha de cambiar para que haya futuro. Ha de cambiar el patriarcado dentro de la Iglesia y ha de cambiar el patriarcado en general». Y añade: «En cualquier caso, tengo claro que en algún momento me tengo que enfrentar a hacer una película solo con mujeres».. Dice Berger que, sea como sea, no conviene tomarse demasiado al pie de la letra lo que sucede en pantalla. «Prefiero pensar que los problemas de los obispos son los de todos nosotros ahora mismo». De hechos, los conflictos ideológicos que se ventilan en el cónclave son los mismos que ocupan uno por uno a cada uno de los países del mundo tomados de uno en uno y al mundo en su globalidad.. Una de las cuestiones tiene que ver con el radicalismo de las posiciones tradicionalmente conservadoras. Pienso, por ejemplo, en el ascenso de la extrema derecha en general y en Alemania, de donde procede, en particular…. En el caso de mi país, me resulta profundamente vergonzoso. Me cuesta entenderlo. No acierto a comprender que las ideas de los que trajeron el más terrible de los horrores renazcan de esa manera. Sí que es cierto que hay una explicación. La extrema derecha crece en el antiguo Este de Alemania y tengo que reconocer que Alemania del Oeste les ha humillado. Yo nací en un país partido en dos y recuerdo que la prioridad entonces era vencer al Este, fuera donde fuera, en la economía en las olimpiadas. Cuando cayó el muro, les quitamos el himno, les despojamos de todo y les tratamos como si ellos no supieran nada ni valieran nada. Les invadimos. A la vuelta de todos estos años su situación no ha mejorado. No son más ricos y siguen sin poder viajar al extranjero. El odio lo han canalizado hacia cualquier cosa. Odian a los inmigrantes que no conocen, porque los inmigrantes no van al Este. ¿Quién va a querer emigran a un sitio sin esperanza? Pero sí es vergonzoso.. Y ahí, con el último secreto desvelado, lo deja.
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